Ejemplos con atmósfera

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Cuando cantaba me hacía el efecto de que se iba a derretir en la atmósfera, como un terrón de azúcar en agua.
Emitía en la atmósfera un efluvio sombrío y pesimista, como si poseyese una zona de influencia nefasta.
Entretanto, ¿era el noble afán de purgar aquella atmósfera de ciertas impurezas lo que movía a los acusadores a descubrir tales gatuperios? No por cierto: era siempre el espíritu de partido, o mejor, el odio de , pues frecuentemente se promovían estos edificantes debates entre dos agrupaciones que, juntas y en amigable inteligencia, habían saboreado poco antes las dulzuras del presupuesto.
Y realmente, en los libros de Daudet no faltan figuras de convención, ni deja de respirarse cierta atmósfera poética, que los intransigentes de la escuela condenan con los nombres de.
Todas las mujeres, en llegando a cierta edad, si son amorosas todavía, como no están en sazón de que las amen y ellas no aciertan a vivir sino en la atmósfera del amor, se perecen por proteger y concertar amores ajenos.
Alababa la conducta de éste, siempre prudente, acogiendo con un silencio respetuoso las costumbres de la catedral, sin que se le escapase una palabra reveladora de su pasado, le enorgullecía la atmósfera de admiración que rodeaba a su hermano, el afán con que la gente sencilla del claustro escuchaba sus viajes, pero le apenaba la enfermedad de Gabriel, la certeza de que la muerte había puesto en él su mano, y únicamente por los cuidados de que le rodeaba iba retardando el momento de la posesión.
Los más de los servidores del templo vivían moralmente en pleno siglo XVI, en una atmósfera de servilismo y de miedo supersticioso a los superiores, presintiendo lo injusto de su condición, pero sin atreverse a dar forma en el pensamiento a sus vagos intentos de protesta.
Sus voces prolongábanse como un gemido interminable en la tranquila atmósfera de la vega, impregnada de dulce luz.
Atravesando la vega en las horas de más sol, cuando ardía la atmósfera y moscas y abejorros zumbaban pesadamente, sentíase una impresión de bienestar ante esta barraca limpia y fresca.
Comenzaba a acostumbrarse a la atmósfera de la taberna, encontrando cada vez más graciosa la porfía.
Y como hombre que ha caído tan hondo, tan hondo que ya no puede sentir remordimientos, apartó su vista del incendio para fijarla en aquella luz macilenta, luz de cirios que arden sin brillo, como alimentados por una atmósfera en la que se percibe aún el revoloteo de la muerte.
En aquella barraca, ni las bestias se libraban de la atmósfera envenenada de odio que parecía flotar sobre su techumbre.
Las moscas, revoloteando en la atmósfera de luz, brillaban como movibles chispas de oro, los tejados destacaban sus agudos contornos sobre el espacio azul y límpido.
Juanito pensaba ir en su busca como en otros tiempos, pues sus consejos eran como un baño de dignidad y rígida honradez, que le hacían resistir mejor la atmósfera de putrefacción moral de su casa.
La atmósfera parecía cargada de un ambiente extraño de locura y brutalidad.
El primo Rafael, amante rabioso de los placeres y obligado a reprimir sus deseos en la atmósfera de sórdida avaricia en que se había educado, lanzóse sin temor a saciar sus apetitos al verse dueño de la fortuna de su esposa.
Te han perdido las malas compañías, esa atmósfera de mentira en que vives, los ejemplos de tu derrochadora madre y los consejos del majadero de tu principal, que se cree un oráculo en los negocios porque gana el dinero a ciegas por una burla caprichosa de la suerte, y algún día las pagará todas juntas, dándome el gusto de poder reír al verle sin camisa.
Revivía la sangre comercial de su padre, el instinto acaparador de su tío don Juan, y contagiado por la atmósfera de jugadas victoriosas y millonadas de papel que respiraba continuamente en la tienda al lado de su principal, había acabado por decidirse, despreciando los bienes positivos y materiales para lanzarse en la fiebre de la Bolsa.
Y luego, ¡qué orgía para el olfato en esta atmósfera fresca! Experimentábase la misma impresión que en una tienda de perfumería, donde, al entrar, toda una avalancha de esencias distintas sale de cuantos huecos tiene la anaquelería, asaltando el olfato.
Al frente, Burjasot, prolongada línea de tejados con su campanario puntiagudo como una lanza, más allá, sobre la obscura masa de pinos, Valencia achicada, liliputiense, cual una ciudad de muñecas, toda erizada de finas torres y campanarios airosos como minaretes moriscos, y en último término, en el límite del horizonte, entre el verde de la vega y el azul del cielo, el puerto, como un bosque de invierno, marcando en la atmósfera pura y diáfana la aglomeración de los mástiles de sus buques.
La gente, tostada, con las ropas humeantes, retirábase a las inmediatas calles, los de los pisos bajos cerraban las puertas, huyendo de aquella atmósfera ardiente que abrasaba los ojos y esparcía por la piel intolerable picazón, y en los balcones las vidrieras se cerraban, y los cristales flojos, caldeados por el ambiente abrasador, saltaban con estrépito.
Sobre el suelo, con las patas atadas, recordando tal vez en aquella atmósfera de sofocación y estruendo las tranquilas llanuras de la Mancha o las polvorientas carreteras por donde vinieron siguiendo la caña del conductor, estaban los pavos, con sus pardas túnicas y rojas caperuzas, graves, melancólicos, reflexivos, formando coro como conclave de sesudos cardenales y moviendo filosóficamente su moco inflamado, para lanzar siempre el mismo cloc-cloc-cloc prolongado hasta lo infinito.
Un intenso perfume de heliotropo y violeta salía de allí, perdiéndose en la pesada atmósfera de la plaza.
Cuando la contemplé a la luz del quinqué la vi como envuelta en una atmósfera de oro.
En Villaverde, lo mismo que en Pluviosilla, esos crepúsculos de fuego son anuncio seguro de caluroso día, anuncia el sur , el viento abrasador que caldea la atmósfera y calcina la tierra.
El cielo menguaba en luces, y una apacible claridad glauca, pura como la atmósfera y plácida como el fresco vientecillo que mecía los cipreses, iba inundando el firmamento.
Creció Bárbara en una atmósfera saturada de olor de sándalo, y las fragancias orientales, juntamente con los vivos colores de la pañolería chinesca, dieron acento poderoso a las impresiones de su niñez.
Estas llegaron a ser para ella invisibles, como lo es para todos los seres el fundamental medio de nuestra vida, la atmósfera.
Pero si ya no se veía nada, se oía, pues el tiqui tiqui del taller de canteros parecía formar parte de la atmósfera que rodeaba el convento.
Aquel recinto y aquella atmósfera éranle tan necesarios a la vida, por efecto de la costumbre, que sólo allí se sentía en la plenitud de sus facultades.

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