Ejemplos con atambores

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Siguiendo los pífanos y atambores de los tercios y el flamear de las banderas con águilas de doble cabeza, el pobre hidalgo iba al encuentro de la gloria, pero también de la miseria.
No quiso Ricaredo entrar en el puerto con muestras de alegría, por la muerte de su general, y así mezcló las señales alegres con las tristes: unas veces sonaban clarines regocijados, otras trompetas roncas: unas tocaban los atambores alegres y sobresaltadas armas, a quien con señas tristes y lamentables respondian los pífanos: de una gavia colgada puesta al reves una bandera de medias lunas sembrada: en otra se veia un luengo estandarte de tafetan negro, cuyas puntas besaban el agua.
Quiso mi buena suerte, que hallé allí una compañía de soldados, que segun oí decir se iban a embarcar a Cartagena: estaban en ella cuatro rufianes de los amigos de mi amo, y el atambor era uno que habia sido corchete y gran chocarrero, como lo suelen ser los mas atambores: conociéronme todos, y todos me hablaron, y así me preguntaban por mi amo, como si les hubiera de responder, pero el que mas aficion me mostró fué el atambor, y así determiné de acomodarme con él, si él quisiese, y seguir aquella jornada, aunque me llevase a Italia o a Flándes, porque me parece a mí, y aun a tí te debe parecer lo mismo, que puesto que dice el refran: Quien necio es en su villa, necio es en Castilla, el andar tierras y comunicar con diversas gentes hace a los hombres discretos.
Miren cuánta y cuán lucida caballería sale de la ciudad en siguimiento de los dos católicos amantes, cuántas trompetas que suenan, cuántas dulzainas que tocan y cuántos atabales y atambores que retumban.
Con esta intención siguió su camino, por el cual anduvo dos días sin acontecerle cosa digna de ponerse en escritura, hasta que al tercero, al subir de una loma, oyó un gran rumor de atambores, de trompetas y arcabuces.
Sentóse en la cama, y estuvo atento y escuchando, por ver si daba en la cuenta de lo que podía ser la causa de tan grande alboroto, pero no sólo no lo supo, pero, añadiéndose al ruido de voces y campanas el de infinitas trompetas y atambores, quedó más confuso y lleno de temor y espanto, y, levantándose en pie, se puso unas chinelas, por la humedad del suelo, y, sin ponerse sobrerropa de levantar, ni cosa que se pareciese, salió a la puerta de su aposento, a tiempo cuando vio venir por unos corredores más de veinte personas con hachas encendidas en las manos y con las espadas desenvainadas, gritando todos a grandes voces:.
Sonaron los atambores, llenó el aire el son de las trompetas, temblaba debajo de los pies la tierra, estaban suspensos los corazones de la mirante turba, temiendo unos y esperando otros el bueno o el mal suceso de aquel caso.
¿No oyes el relinchar de los caballos, el tocar de los clarines, el ruido de los atambores?.
Hirieron al llegar con el cuento de las lanzas los escudos de los combatientes, y oyéronse en el mismo instante los ecos de una música militar, compuesta de trompas, clarines, añafiles y roncos atambores.
Como ya hemos indicado era imposible toda avenencia: Pizarro a la sombra del nombre de Atahulpa había reunido en sus tiendas una gran parte del oro del imperio, sus soldados ansiaban ya el momento de repartir el nuevo botín, que al jefe también conviniera circulara por las Colonias inmediatas, y su fama volase por el universo para que nuevos expedicionarios aumentasen sus fuerzas, y todo contribuyó a que al son de clarines y atambores se publicase un bando en que se daban por terminadas las treguas, y se cerraba la comunicación de los campos, exceptuándose sólo a Ocollo que pudiera pasar al campamento español, acompañada de diez Peruanos.
Al acercarse Atahulpa al campo de Pizarro, resonaron con estruendo los roncos atambores y los bélicos clarines, y se desplegó al viento el español estandarte, ornado de la espléndida y roja cruz.
Marcó otra cortesía, y mudo, asombrado, confuso en fuerza de su misma sorpresa, salió de la cámara, a tiempo que un estrépito de añafiles y atambores atronaba con un rumor cercano y vibrante las cercanías de Altamira, y batían una marcha bélica.
Estaban ya próximas a desaparecer en el horizonte las blancas velas del vengador del orgullo castellano, cuando por el lado de tierra se sintió un gran bullicio de clarines y atambores, que cambió el espectáculo para la multitud de curiosos que de todas partes seguía afluyendo al puerto del Callao, que contaba entonces con solo unas pocas chozas de población: -era el altivo Virrey de Lima, que venía a acamparse en el puerto a la cabeza del numeroso ejército que había reunido.
En aquesta guisa, a pregón de eraldos e corchetes, el fecho relatan a son de batientes atambores e chilladoras trompas que de chirisuya han nome.
Ante aquel concurso lucidísimo se celebró según los ritos el desposorio, las caracolas, los gumuces, los atambores, resonaron estrepitosa y alegremente en torno del palacio, en la pagoda fueron inmoladas en sacrificio gacelas y vacas, y desfilaron ante el pórtico, en vistosa muestra, las tropas, carros, caballos, elefantes con sus torres, arqueros, infantes, el ejército entero del rey.
atambores, y los togados, muy a la sorda.
Repitió las órdenes, previno los acasos, y sin que diera la señal de combatir el estruendo de trompetas ni atambores, se comenzó la batalla, poniendo en uso los de Apolo las nuevas armas de que se habían prevenido.

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