Ejemplos con atajándole

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El arquero asiático, Tsuzuki fue la gran figura en los penales atajándole el decisivo a Traoui y otorgándole a su equipo el tercer puesto.
y volviendo el rostro a los nuestros, les dixo en castellano: Señores, ¿sois españoles? Otros dicen que dixo: Señores, ¿sois cristianos? Respondiéronle que sí, se alegró en tanta manera que lloraba de placer, Andrés de Tapia, atajándole la plática, llegándose a él lo abrazó amorosamente y dio la mano para que se levantase, abrazáronle los demás, y así se vino con los indios compañeros, hablando con Andrés de Tapia, dándole cuenta cómo se había perdido, hasta que llegó do estaba el Capitán.
En efectorepuso Lépero atajándole: no es el mismo regente a quien usted conoce, sino a la persona que más le domina.
Silveria dio un ligero empujón al viejo, que estaba delante de ella atajándole el paso, subió los escalones de dos en dos, hizo una graciosa reverencia al forastero, que ya la aguardaba arriba, y le presentó el ramillete.
-Gracias, gracias, señor de Núñez -respondía atajándole la gran dama, entre sonrisas picarescas-, no tiene usted por qué lamentarse: lo conozco todo, me pongo en todos los casos.
-Excusad las alabanzas que no tengo merecidas -le dijo don Juan, atajándole, por más precio que las de ver que salen de vuestra boca.
Iba éste, propicio siempre a cuanto significaba estudio, a contestar afirmativamente, cuando el marqués intervino atajándole la palabra:.
-¡A las armas! exclama atajándole el defensor de Blanca, y arrojando la pica lejos de sí para no pelear con ventaja, echa mano al acero y empieza con su rival el combate más encarnizado y rencoroso.
-Os suplico que me habléis del conde de Pimentel, le dijo atajándole el del Cisne: figúromelo lleno de entusiasmo por una guerra como la que vamos a emprender.
-Calla, calla, insolente, gritó atajándole don Álvaro entre colérico y atónito: no sé cómo no hago cumplir en tu malvada cabeza esa sangrienta profecía, a fin de enseñarte a elegir personas más a propósito para tus nigrománticos embelecos.

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