Ejemplos con aseo

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El servicio de recolección y procesamiento de desechos solidos, así como de aseo de calles es prestado por dos empresas, Aseo Urbano S.
El edificio está formado por dos naves desiguales, dos capillas, una sacristía con techo a cuatro aguas, un aseo, un almacén, un baptisterio, alojado en una pequeña capilla, así como otras pequeñas dependencias.
El frío aseo de esta dependencia demostraba su falta de uso.
Vio Lucía sin disgusto al cortés y afable Miranda, y reparó con pueril curiosidad el aseo de su persona, su calzado pulcro, sus níveos cuellos, los caprichosos dijes de su reloj y corbata: que toda mujer, compréndalo o no, se paga de exterioridades y menudencias por este estilo.
Sería pasada una hora, o quizás hora y media, cuando oyó Lucía herir con los nudillos a la puerta de su cuarto, y abriendo, se halló cara a cara con su compañero y protector, que en los blancos puños y en no sé qué leves modificaciones del traje, daba testimonio de haber ejercido ese detenido aseo, que es uno de los sacramentos de nuestro siglo.
Unas camareras de albos delantales cuidaban de la cocina y el aseo de este hogar flotante, compartiendo los peligros de los marineros rojos y tranquilos, exentos de las tentaciones que provoca el roce de la mujer.
Y como el aseo es el lujo del pobre, se sentó en un banco de piedra, esperando que le llegara el turno para limpiarse de unas barbas de dos semanas, punzantes y duras como púas, que ennegrecían su cara.
¡Ca! Si parrrece la viuda de un cesante Está seca, desgavilada, ella, que tenía un cuerpo tan airrroso, tan elegante En fin, hijo, un día la vi en casa de mi sobrina Villasis, y me parrreció hasta sucia Como si parrra serr santa se necesitarrra serr puerrca, cuando el aseo es una virrtud que se ejerrcita con agua fresca y un estropajo De la casa no te digo nada, porrque no la he visto: tres veces estuve allí porr currriosidad, y no me rrrecibió ninguna.
Ya sabes que no soy perezosa, digo a trabajar, y ¡a trabajar! Ha quedado la casa lindísima, lindísima, porque el orden y el aseo todo lo embellecen.
La importación de los nuevos estilos de piedad, como el del Sagrado Corazón, y esas manadas de curas de babero expulsados de Francia, nos han traído una cosa buena, el aseo de los lugares destinados al culto, y una cosa mala, la perversión del gusto en la decoración religiosa.
Más que por el lujo, despuntaba la casa por la comodidad y el aseo.
Era Sor Natividad vizcaína, y tan celosa por el aseo del convento que lo tenía siempre como tacita de plata, y en viendo ella una mota, un poco de polvo o cualquier suciedad, ya estaba desatinada y fuera de sí, poniendo el grito en el Cielo como si se tratara de una gran calamidad caída sobre el mundo, otro pecado original o cosa así.
Apóstol fanático de la limpieza, a la que seguía sus doctrinas la agasajaba y mimaba mucho, arrojando tremendos anatemas sobre las que prevaricaban, aunque sólo fuera venialmente, en aquella moral cerrada del aseo.
Es un resultado del aseo general, de la limpieza de las casas y de las personas.
Le entraba tal rabia, que no podía ni siquiera rezar, y la rabia, más que contra el ratón, era contra Sor Natividad, que se había empeñado en que no hubiera gatos en el convento, porque el último que allí existió no participaba de sus ideas en punto al aseo de todos los rincones de la casa.
El bueno de Julián, testigo de estas faenas, iba enterándose poco a poco de los para él arcanos misteriosos del aseo y tocado de una criatura, llegando a familiarizarse con los múltiples objetos que componen el complicado ajuar de los recienes: gorras, ombligueros, culeros, pañales, fajas, microscópicos zapatos de crochet, capillos y baberos.
Y la primera entrada que hizo Preciosa en Madrid, fué un dia de Santa Ana, patrona y abogada de la villa, con una danza en que iban ocho jitanas, cuatro ancianas y cuatro muchachas, y un jitano, gran bailarin, que las guiaba, y aunque todas iban limpias y bien aderezadas, el aseo de Preciosa era tal que poco a poco fué enamorando los ojos de cuantos la miraban.

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