Ejemplos con aseado

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Como pocas veces sucede en el mundo, el sistema es completamente rentable, y permanece tan aseado y limpio como el día de su inauguración.
Era, efectivamente, pequeño de cuerpo y aseado en el traje, educado y fino en sus maneras y muy amante de su familia, con la que mantuvo siempre estrechas relaciones y a la que ayudó y aconsejó en sus problemas, como lo prueban sus cartas, que aún se conservan, sobre asuntos familiares,.
° El Guardia Civil, lo mismo en la capital de Monarquía que en el despoblado más solitario, no deberá salir nunca de la casa-cuartel sin haberse afeitado, lo cual hará lo menos tres veces por semana, llevará siempre el pelo corto, la cara y las manos lavadas, las uñas bien cortadas y limpias, el vestuario muy aseado y el calzado perfectamente lustroso.
Un alfiler de corbata es un accesorio que fija la corbata a la camisa, evitando que bascule y asegurando que la corbata cuelgue recta, dando lugar a un aspecto aseado y de uniforme.
A Break le encanta bañarse en agua fría y es bastante aseado.
Todo esta aseado, no esta colocada su divina majestad.
El primero, muy orondo y gravedoso, con vestido negro y sombrero de seda, dejando ver entre las solapas de la levita voluminoso papasal, el segundo no se echó encima el fondo del baúl, iba con el traje diario, pero aseado y limpio, y fingía una modestia verdaderamente angelical.
Aseado, en cuanto era posible, dada la incuria de su dueño, el tal gabinete mereció toda mi atención.
Con esto, el mísero zagalillo de las montañas de Teruel se convirtió en un aprendiz listo, aseado y trabajador, que, según las profecías de los dependientes viejos, llegaría a ser algo.
El roce con la gente de la imprenta había dado a su franqueza cierto tinte rudo, a veces rayano en la grosería, a sus sentimientos honrados servía de intérprete un lenguaje tosco, para verle algo aseado y compuesto, era preciso aguardar al domingo: acaso no anduviese descaminado Tirso y, andando el tiempo, tuviera ella que llevarle en cesta la comida, resignándose a ser una menestrala, es decir, el tipo contrario al de las señoritas, cuyos modales y trajes procuraba imitar.
En efecto era así, y a no mediar ciertas ideas de devota pudicicia, él extendería las abluciones frecuentes al resto del cuerpo, que procuraba traer lo más aseado posible.
La tarea, en apariencia fácil, no dejaba de ser enfadosa para el aseado presbítero: le sofocaba una atmósfera de mohosa humedad, cuando alzaba un montón de papeles depositado desde tiempo inmemorial en el suelo, caía a veces la mitad de los documentos hecha añicos por el diente menudo e incansable del ratón, las polillas, que parecen polvo organizado y volante, agitaban sus alas y se le metían por entre la ropa, las correderas, perseguidas en sus más secretos asilos, salían ciegas de furor o de miedo, obligándole, no sin gran repugnancia, a despachurrarlas con los tacones, tapándose los oídos para no percibir el ¡! estremecedor que produce el cuerpo estrujado del insecto, las arañas, columpiando su hidrópica panza sobre sus descomunales zancos, solían ser más listas y refugiarse prontísimamente en los rincones oscuros, a donde las guía misterioso instinto estratégico.
Su traje ordinario, no siempre aseado, consistía en falda de zaraza, sin más pañizuelo ni otro calzado que unas chancletas, las cuales anunciaban de lejos su aproximación, porque sonaban mucho en las banquetas de piedra de las pocas calles que entonces tenían tales adornos.
Tenemos visitas y quiero que todo esté aseado y bonito.
»Mas los romanos, con la grandeza de su ánimo y poder, al paso que dilataron su monarquía, extendieron su cultura, no solo la emularon a los griegos, sino que la adelantaron, desterrando la barbaridad de casi todo el mundo, haciéndole culto y aseado de todas maneras.
Por lo pronto Chamijo no volvió a su mazmorra, pues el corregidor mandó que le llevaran a su propia casa y le instalaran en un aposento, pequeño pero aseado y decoroso, que sería su cárcel mientras él no dispusiera otra cosa.
Da compasión y vergüenza en la República Argentina comparar la colonia alemana o escocesa del Sud de Buenos Aires, y la villa que se forma en el interior: en la primera las casitas son pintadas, el frente de la casa siempre aseado, adornado de flores y arbustillos graciosos, el amueblado sencillo, pero completo, la vajilla de cobre o estaño reluciente siempre, la cama con cortinillas graciosas, y los habitantes en un movimiento y acción continuos.
La Tercer Parte del Criticón, de Lorenzo Gracián, hermoso remate de esta obra y aseado.
de conceptos, tesoro de sutilezas y aseado camarín de realces de un sublime pensamiento,.
Si acontece que muera el rey en alguna campaña, acostumbran formar su imagen y llevarla en un féretro ricamente aseado.
»No solamente ha de ser aseado el entendimiento, sino la voluntad también.
Como Joseíto no había catado la gracia de Dios aquella mañana, no se hizo repetir la invitación, y momentos después, y no sin haberse previamente aseado la dentadura, mantenían el siguiente diálogo, sentados frente a frente en el hondilón del Carabinero el señor Casimiro el Palangana y Joseíto el Perejiles.
Con los harapos más limpios y vistosos que pudo hallar a mano le hizo, por último, un vestido si no elegante, aseado y garbosito.
Al hombre, más débil y más inerme que el cordero, el espíritu, convertido en herrero y en pirotécnico, le ha dado armas y fuerzas mil veces mayores que las del león, al hombre, más desnudo que el perro chino, el espíritu convertido en tejedor, en sastre, en zapatero y en sombrerero, le ha vestido más primorosos trajes que al pavón, al colibrí y al papagayo, al hombre, poco más listo que el topo ó el mochuelo en punto á ver, el espíritu, convertido en fabricante de catalejos, le ha dotado de vista más penetrante que la del águila, al hombre, que jamás hubiera hecho natural é instintivamente algo que valiese media colmena, el espíritu, convertido en arquitecto, le ha enseñado á construir alcázares soberbios, torres esbeltas, pirámides ingentes, columnas airosas, cómodas viviendas, catedrales, teatros, y en suma, ciudades maravillosas, al hombre, que en el estado de naturaleza selvática es propenso á comerse á sus semejantes, y que se regalaba, y aun suele regalarse en algunas regiones, con ásperas bellotas, con cigarrones machacados ó con pescado crudo y putrefacto, el espíritu, convertido en cocinero, le prepara artísticamente manjares agradables, hasta á la vista, y hace que uno de los actos que más le recuerdan lo que tiene de común con el animal sea un acto solemne, de corbata blanca y condecoraciones, donde tal vez se celebran los triunfos más transcendentales de la religión, de la ciencia, de la filosofía y de la política, al hombre, en fin, que después del pecado, se entiende, y en el estado de naturaleza y ya sin gracia, debió de ser casi tan feo como el mono, y más sucio que el cerdo, y más pestífero que el zorrillo, el espíritu, convertido en ortopédico, en pescador de esponjas, en fabricante de baños, en civilización para decirlo en una palabra, le ha hecho limpio, oloroso, aseado y bastante bonito para servir de modelo á la Minerva y al Júpiter de Fidias, al Apolo del Vaticano y á las Venus de Milo y de Médicis.
Chocó al forastero que el décimo, en lugar de seguir el camino de los anteriores, cayese en un rincón de la bodega, que se había aseado antes con el mayor esmero, y preguntando a don Silvestre, supo que aquel garrote de panojas, tal vez el más repleto de todos y el de las más gordas, era el primero del ''diezmo'' que pagaba a la Iglesia de Dios.
Una hora después nos desayunábamos en el comedor en compañía del solariego, no tan elegante como por la noche pero pulcro y aseado y mucho mejor vestido que cuando segaba.
Salió el cautivo, y un momento después se presentó Ramón, vestido como un paisano prolijo, aseado que daba gusto verle, sus manos acostumbradas al trabajo, parecían las de un caballero, tenía las uñas irreprochablemente limpias, ni cortas ni largas y redondeadas con igualdad.
El toldo de Caniupán estaba perfectamente construido y aseado.
Me parece que lo estoy viendo a Gómez, en las filas, cuadrado a plomo, inmóvil como una estatua, serio, melancólico, con su fusil reluciente, con su correaje lustroso, con todo su equipo tan aseado que daba gusto.
Todo eso, por fortuna, más aseado que lo de los mejores.

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