Ejemplos con arrancaba

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Both se inclina, además, por una luz dorada que delata la influencia de Claudio de Lorena, cuyo éxito arrancaba en esos años.
Ulises vió señoras vestidas de blanco haciéndose abanicar, tendidas en sillones, por sus pequeños pajes chinescos, vió militares bronceados y enjutos, con aspecto enfermizo, que parecían galvanizados por la guerra que los arrancaba a la siesta asiática, y niñas, muchas niñas, contentas de ir a Francia, el país de sus ensueños, olvidando en esta felicidad que sus padres marchaban tal vez a la muerte.
De vez en cuando se arrancaba de esta contemplación, para fijar los ojos en Ulises, midiendo el efecto de sus palabras.
Parecía desperezarse la catedral con los nervios excitados: el menor frote le arrancaba quejidos.
Los empujaba luego hasta dejarlos plantados a pocos pasos de los jueces, con la manta doblada sobre las manos, y si andaban remisos en descubrirse, de dos repelones les arrancaba el pañuelo de la cabeza.
Su estupor horrendo duró sólo un minuto Sabía él nadar y lo sacaría, sí, lo sacaría, aunque tuviera que bajar a lo profundo, aunque tuviera que hacerse trizas la cabeza contra los escollos del fondo, y luchar allí a brazo partido con el terror y la muerte Y se arrancaba las ropas, y las tiraba a su paso, y trepaba por las peñas lanzando gritos, dejando en ellas, sin sentirlo, pedazos de la piel de sus piernas desnudas, de su pecho jadeante y comprimido por la espantosa presión del horror.
Dos hombres decentemente vestidos, pero dando gritos y risotadas de borrachos, volvieron la esquina del pabellón y emparejaron con Currita y con Jacobo ante la tercera ventana, el más alto pegóse a la acera, y el más bajo llamóse a la corriente, dejándoles pasar por en medio Hubo entonces una terrible escena de un segundo: Currita sintió que un brutal empellón le arrancaba violentamente del lado de Jacobo, que otra mano vigorosa tiraba del embozo de este, que caía al suelo al pie de la ventana, y algo líquido y caliente brotaba como de un surtidor, chorreándole las ropas y las manos.
Y doña Manuela lloraba, efectivamente, sin saber con certeza si sus lágrimas las arrancaba el estado de su hijo, los insultos de su hermano o aquella última noticia de la desaparición de Cuadros.
A tales delirios,que delirios eran, y nada más,sucedía en mi alma cierta melancolía dolorosa que me arrancaba suspiros y humedecía mis ojos.
¡Con un pillo así era imposible estar seria mucho tiempo! Se necesitaba tener corazón de piedra para no conmoverse cuando, cogiendo la guitarra y poniendo los ojos en blanco, se arrancaba por el , entonando después melancólicamente el ¡! que hacía llorar a todas las muchachas de la época, o aquello otro punteado y expresivo que comenzaba:.
Y el vejete miraba al cielo, mientras su mano arrancaba al paso las hojas de los rosales.
Ya no escuchaba el piano de sus hermanas como quien oye llover, ahora la música le arañaba en lo más hondo del pecho, y algunas veces hasta le saltaban las lágrimas cuando Amparito se arrancaba con alguna romanza italiana de esas que meten el corazón, en un puño.
Aquel descubrimiento fatal rasgaba el velo de la credulidad, desvanecía el optimismo del cariño, la madre aparecía a los ojos del hijo tal como era, con toda su fealdad moral, y Juanito pensaba con rabia en su antiguo ídolo como el devoto que pierde la fe, y en la imagen milagrosa que antes le arrancaba lágrimas de emoción ve sólo un miserable leño.
Esta perplejidad le arrancaba suspiros.
A cada momento se arrancaba Aurora del pecho una aguja enhebrada o se la clavaba en él, pues el pecho era su acerico, y allí tenía también una batería de alfileres.
Bien te acuerdas de mi famosa levita, de lo mal que me estaba y de lo desmañado que era en tu presencia, pues no me arrancaba a decir una palabra sino cuando alguien me ayudaba.
El rompimiento definitivo le arrancaba una tira de su corazón, con dolor agudísimo, por no serle posible retener las cantidades que Fortunata había puesto en sus manos.
Fué con ellos Andres a tomar la primera licion de ladron, pero aunque le dieron muchas en aquella salida, ninguna se le asentó, ántes correspondiendo a su buena sangre, con cada hurto que sus maestros hacian se le arrancaba el alma, y tal vez hubo que pagó de su dinero los hurtos que sus compañeros habian hecho, conmovido de las lágrimas de sus dueños: de lo cual los jitanos se desesperaban, diciendo que era contravenir a sus estatutos y ordenanzas, que prohibian la entrada a la caridad en sus pechos, la cual en teniéndola, habian de dejar de ser ladrones, cosa que no les estaba bien en ninguna manera.
Sucedió en este tiempo que una de las cabalgaduras en que venían los cuatro que llamaban se llegó a oler a Rocinante, que, melancólico y triste, con las orejas caídas, sostenía sin moverse a su estirado señor, y como, en fin, era de carne, aunque parecía de leño, no pudo dejar de resentirse y tornar a oler a quien le llegaba a hacer caricias, y así, no se hubo movido tanto cuanto, cuando se desviaron los juntos pies de don Quijote, y, resbalando de la silla, dieran con él en el suelo, a no quedar colgado del brazo: cosa que le causó tanto dolor que creyó o que la muñeca le cortaban, o que el brazo se le arrancaba, porque él quedó tan cerca del suelo que con los estremos de las puntas de los pies besaba la tierra, que era en su perjuicio, porque, como sentía lo poco que le faltaba para poner las plantas en la tierra, fatigábase y estirábase cuanto podía por alcanzar al suelo: bien así como los que están en el tormento de la garrucha, puestos a toca, no toca, que ellos mesmos son causa de acrecentar su dolor, con el ahínco que ponen en estirarse, engañados de la esperanza que se les representa, que con poco más que se estiren llegarán al suelo.
Pero el socarrón dejó de dárselos en las espaldas, y daba en los árboles, con unos suspiros de cuando en cuando, que parecía que con cada uno dellos se le arrancaba el alma.
A este agujero se pusieron las dos semidoncellas, y vieron que don Quijote estaba a caballo, recostado sobre su lanzón, dando de cuando en cuando tan dolientes y profundos suspiros que parecía, que con cada uno se le arrancaba el alma.
Estábanle mirando todos cuantos había en la venta, que pasaban de más de veinte personas, mirábale también la hija del ventero, y él también no quitaba los ojos della, y de cuando en cuando arrojaba un sospiro que parecía que le arrancaba de lo profundo de sus entrañas, y todos pensaban que debía de ser del dolor que sentía en las costillas, a lo menos, pensábanlo aquellos que la noche antes le habían visto bizmar.

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