Ejemplos con arenas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Miróse el pueblo montañés en tal espejo, y no sólo vió admirablemente reproducida su propia imagen, sino realzada y transfigurada por obra del arte, y se encontró más poético de lo que nunca había imaginado, y le pareció más hermosa y más rica de armonías y de ocultos tesoros la naturaleza que cariñosamente le envolvía, y aprendió que en sus repuestos valles, y en la casa de su vecino, y en las arenas de su playa, había ignorados dramas, los cuales sólo aguardaban que viniera tan soberano intérprete de la realidad humana a sacarlos a las tablas y exponerlos a la contemplación de la muchedumbre.
Su número escapaba a los límites de todo cálculo, como las arenas y las estrellas.
Los genoveses, triunfadores de los pisanos, cegaban su puerto con las arenas del Arno, y la ciudad de los primeros conquistadores de Mallorca, de los navegantes a Tierra Santa, de los caballeros de San Esteban, guardianes del Mediterráneo, pasaba a ser Pisa la muerta, población que sólo de oídas conoce el mar.
Mejor prefiere una merienda con gente de boina que un banquete en el palacio que Sánchez Morueta tiene en Las Arenas ¡Ser primo de Don José y pasarse meses sin verlo! ¡Pero qué famoso es el doctor!.
La blanca vedija, signo de actividad, repetíase por todo el paisaje, como una nota característica del panorama bilbaíno, avanzando por las quebraduras de la montaña donde están las vías férreas del mineral, resbalando por las dos orillas de la ría tras las chimeneas de los trenes de Portugalete y Las Arenas, ondeando sobre el casco de los remolcadores y de las máquinas giratorias de sus grúas.
El poderoso Sánchez Morueta vivía en su hotel de Las Arenas, evitándose así el molesto asedio que parásitos y protegidos le hacían sufrir en Bilbao.
Los despechados, la turba pedigüeña que en vano le asediaba y bloqueaba, llamábanle El solitario de Las Arenas , El ogro de la Sendeja , que era donde tenía su escritorio, y hasta afirmaban, faltando a la verdad, que su carruaje sólo tenía un asiento, para evitarse de este modo toda compañía.
Oye , ¿y cómo anda mi prima, la santa doña Cristina? ¿ha metido ya alguna comunidad de frailes en el hotel de Las Arenas?.
A las dos de la tarde se vió Aresti de nuevo en el coche, camino de Las Arenas con su primo y el capitán Iriondo.
Tú no descansasdecía el médico a su primo,¡todos los días Las Arenas a Bilbao!.
Cuando Sánchez Morueta abandonó la villa para habitar su hotel de Las Arenas, Aresti fué a verle con más frecuencia.
Algunas noches le veían los obreros salir en un coche para Portugalete: de allí pasaba por el puente colgante a Las Arenas.
¡Ay, qué tarde aquélla, en la que Pepita, paseando por su jardín de Las Arenas, y aprovechando una corta ausencia de su madre, le había contestado afirmativamente! Era la única vez que Sanabre creía haber estado ebrio: ebrio de sol, de azul celeste, de verde de los árboles, de aquella luz opalina que derramaban sobre el suelo unos ojos bajos y como avergonzados, al pronunciar el mágico monosílabo.
Lo cierto era que al anochecer salió del hotel de Las Arenas tambaleándose, y eso que durante la comida no osó beber más que agua, por el respeto que le infundía Sánchez Morueta.
Nombre escrito en las arenas de la ribera, en las cortezas de los árboles, en la bóveda azul las noches consteladas, trazándole con el pensamiento, como sobre una pauta, de estrella en estrella, para verle extendido por los espacios ilimitados, irradiando en divina canopea.
Y, a propósito: ¿Habéis llorado alguna vez a solas? ¿Os habéis perdido en ese desierto de veinte palmos, muy más desconsolado que las arenas del Zahara, y llamado a pesar de todo ? ¿Habéis luchado a brazo partido con la sociedad, con las necesidades de la vida, con una ambición sin objeto, con un amor sin esperanza y con la dueña del ? ¿Os habéis convencido, al cabo de muchos días de prueba, de que el es enemigo de su , de que el pupilero está en abierta lid con su pupilo? ¿Sabéis lo que es esa lucha a muerte, en que vuestro antagonista ruega a Dios que enferméis, a fín de que no comáis? ¿Os han llamado alguna vez.
—Estas dos semanas de sol y eflorescencia son un paréntesis en el invierno, una isla afortunada en medio de un océano furioso, un oásis enclavado en las arenas.
Pues, hijaarguyó Belén con aquel sonsonete que había aprendido y que tan bien se acomodaba a su figura angelical y a sus moditos insinuantes, ten entendido que aunque tus crímenes fueran tantos como las arenas de la mar, Dios te los perdonará si te arrepientes de ellos.
Pues aunque los pecados de una sean más que las arenas, Dios los perdona cuando una se arrepiente de verdad.
Rafael, la mano de ser mio, y veis aquí os la doy de ser vuestra, y sirvan de testigos los que vos decís, el cielo, la mar, las arenas y este silencio, solo interrumpido de mis suspiros y de vuestros ruegos.
De tanta confusión no las arenas del padre Tajo oirán los tristes ecos, ni del famoso Betis las olivas: que allí se esparcirán mis duras penas en altos riscos y en profundos huecos, con muerta lengua y con palabras vivas, o ya en escuros valles, o en esquivas playas, desnudas de contrato humano, o adonde el sol jamás mostró su lumbre, o entre la venenosa muchedumbre de fieras que alimenta el libio llano, que, puesto que en los páramos desiertos los ecos roncos de mi mal, inciertos, suenen con tu rigor tan sin segundo, por privilegio de mis cortos hados, serán llevados por el ancho mundo.
De mí sé decir que ni me descubrí por alto ni por bajo, ni vi el cielo ni la tierra, ni la mar ni las arenas.
Aquí descubre un arroyuelo, cuyas frescas aguas, que líquidos cristales parecen, corren sobre menudas arenas y blancas pedrezuelas, que oro cernido y puras perlas semejan, acullá vee una artificiosa fuente de jaspe variado y de liso mármol compuesta, acá vee otra a lo brutesco adornada, adonde las menudas conchas de las almejas, con las torcidas casas blancas y amarillas del caracol, puestas con orden desordenada, mezclados entre ellas pedazos de cristal luciente y de contrahechas esmeraldas, hacen una variada labor, de manera que el arte, imitando a la naturaleza, parece que allí la vence.

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