Ejemplos con ardorosa

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

También el padre Félix se destacó en la defensa ardorosa de los derechos de los indígenas, quienes sufrían constantemente las iniquidades que resultaban del desconocimiento del idioma castellano por parte de éstos, lo que se traducía en engaños y reyertas.
Las gentes, que parecían dormidas en la pesadez ardorosa del ambiente, agitábanse ahora con vivo movimiento, como si la frescura las espolease.
Claro está que estos piropos eran hijos de la ardorosa fantasía del joven diplomático.
Cuando Visanteta, una criada de la huerta, morena, con ojos de zarzamora y una piel ardorosa y fina, le ayudaba a desnudarse o le despertaba para llevarle al colegio, Ulises tendía los brazos en torno de ella con repentino entusiasmo, como si le embriagase el perfume de animalidad vigorosa y púdica que exhalaba la muchacha.
Esta música hacía surgir en medio de los cielos brumosos las colinas de Sorrento, cubiertas de naranjos y limoneros, las costas de Sicilia, perfumadas por una flora ardorosa.
Consecuente conmigo, me arranqué, como suele decirse, de una vez, y le solté a mi doña Cabeza una declaración de amor tan coruscante y ardorosa, que la buena señora se quedó asustadica, vacilante entre la risa y el asombro.
Salieron los estudiantes de Farmacia y San Carlos a ventilar su ardorosa juventud, fatigada de la estrechez y disciplina de las aulas.
Esto no lo comprenderá usted, esto no está al alcance de las personas de fe poco ardorosa.
Rogar a Dios que nos envíe la muerte, esperarla como una salvación, desearla como una recompensa, ¿no es casi como dársela? ¿Es acaso tan grande la distancia que separa la vocación ardorosa del acto? Si el acto es una culpa ¿cómo podrá ser consentida la intención suplicante?.
Sabía lo que era forcejear a zarpazos con la Suerte, para hacerla suya y fecundarla con ardorosa violación.
Era, sin duda, más feliz, libre de la asiduidad ardorosa del macho, de aquellas caricias que le repugnaban como una servidumbre cruel de su sexo.
Cierto que a la divina mujer y al niño divino les encontraría en plena embriaguez de patriotismo militar, en esa devoción ardorosa y sedienta que pedía más y más sangre de moros con que satisfacerse.
Y con la misma entonación ardorosa con que en otros tiempos conmovía a las muchedumbres en las reuniones de protesta contra la sociedad, describía a aquella media docena de hombres y a la triste costurera, que cesaba de mover la máquina para escucharle, la grandeza del trabajo universal, que todos los días fatigaba a la tierra para vencerla y obligarla a sustentar a los humanos.
Imaginaciones lozanas, espíritus juveniles y entusiastas, que adoraban el bien y la belleza, Ros y Cotoner manifestaron a Fernando una simpatía ardorosa, y a este, que no a otro resorte, debieron los expedicionarios la solución de la dificultad en que les puso la ausencia del brigadier D.
Víctor, pero su curiosidad seguía siendo ardorosa, y le incitó a seguir narrando, a referir textualmente lo que en aquel lugar nefando y fúnebre le dijeron, las cosas y objetos que allí vio, todo, en fin, cuanto pudiera esclarecer el tremendo enigma, más inescrutable ahora, representado por una esfinge muerta.
¡Locuras de muchacho! ¡Delirios de ardorosa fantasía! ¡Presentimientos de una alma tímida, de un corazón inconstante!.
Besábale las manos, sin que sus labios dejasen la ardorosa huella del deseo contenido, y todo el exceso de Juanito consistía en morder las duricias de la epidermis producidas por el contacto de las tijeras o las rozaduras y pinchazos de la aguja.
Todavía continuó llenando cuartillas un rato, hasta que, yertos los pies y ardorosa la frente, recogió los papeles y los guardó en uno de los volúmenes.
Abrió doña Gregoria la puerta y penetraron en ordenada falange como una docena de personas de uno y otro sexo, y de diferentes edades y fachas, las cuales personas eran los vecinos más adictos a la simpática persona del Gran Capitán, y además entusiastas creyentes de sus noticias, por lo cual acudían todas las mañanas cuando aquel regresaba de la oficina, con el anhelo de saciar en la fuente más pura y cristalina la ardorosa curiosidad que entonces devoraba a los habitantes de Madrid.
Cogió la madre a su hijo, va con alma, y apretándolo contra un corazón que saltaba de miedo y de ilusión ardorosa, entró con él por los senderos del paisaje.
Angustias y su madre, al ver derrotado a su enemigo, habían procurado dos o tres veces llamarle la atención, a fin de calmarlo o consolarlo con su mansa y benévola actitud, pero él les había contestado por medio de rápidos y agrios gestos, muy parecidos a juramentos de venganza, tornando en seguida a su patriótica música con expresión más viva y ardorosa.
Apoyó su ardorosa frente en la reja de la ventana que daba al patio, negra y dorada como su existencia! Oyó entonces a lo lejos dos voces que se unían para rezar, tan hermanadas como la Fe y la Esperanza! Eran las voces de María y de Piedad, que rezaban el Rosario.
A menudo se pasaba el joven la mano por la ardorosa frente, frotábase los ojos como si intentara apartar de ellos desagradables visiones, y volvía a pasearlos desde la inmensidad del firmamento hasta la negra pequeñez del agujero en que él, mísero gusano, se retorcía atormentado y expirante.
Decidiéndose, cogidas de la mano -que la de la vida tenía ardorosa y la otra como un témpano-, penetraron en el molino.
No llegan con la vista al sol, ni á la luna, ni á las estrellas, por donde los torrentes de luz ardorosa que lanza sobre ellos el primero, y la luz tibia y plateada en que los baña la luna, proceden para ellos de un manantial oculto.
Es sabido que las masas italianas, en su generalidad, han seguido las opiniones anticlericales que triunfaron con el hecho político de la ocupación de Roma y la propaganda ardorosa de sus tribunos, cumpliéndose así, una vez más, la ley histórica de la turnidad en las fases con que se ostenta el espíritu humano al sucederse las generaciones en el dominio de las sociedades.
La ardorosa joven sólo pesaba las ventajas, y el candor de su poca práctica de la vida le velaba los inconvenientes de que está preñado el porvenir.
Y Schakalik, que se diferencia de todos nosotros en no ser gran cabalgador, no podía satisfacer plenamente a la ardorosa beduína, que se insinuaba y ponía en juego todos sus recursos, jugando las caderas, los pechos y el ombligo.
El ogro estaba cada vez más irritado, conforme descendía la ardorosa cuesta, y mientras mascullaba sus palabrotas, animaba con el látigo a dos machos, que caminaban desfallecidos, con la cabeza baja, casi rozando el suelo.
Por otra parte, esa emigración que salió joven casi toda ha crecido en edad, en hábitos de reposo, en experiencia, se comete no obstante el error de suponerla siempre inquieta, ardorosa, exigente, entusiasta, con las calidades juveniles de cuando dejó el país.

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