Ejemplos con anudado

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Los hombres visten calzón y camisa de manta blanca, sombrero de palma y huaraches de pata de gallo, con el machete en su cubierta anudado en la cintura, complementan el vestuario con un gabán o cotón de lana en color café liso o en ocasiones con grabados.
Para darle más espectacularidad a su entrada, Saavedra iba con la espada desenvainada, y había reemplazado su sombrero por un pañuelo anudado.
Alto y llamativamente cabezón, lleva el uniforme de su oficio: gorra, antifaz y pañuelo anudado al cuello.
Un mantón obscuro de mujer descansaba sobre sus hombros como un chal, y para completar este atavío semifemenil, que contrastaba con sus facciones duras y morenas de moro, llevaba bajo el sombrero un pañuelo anudado en el mentón, con las puntas colgando sobre la espalda.
¡Pobre difunta Correa! Luego buscó en su cinto, a través de diversos objetos, el pañuelo anudado en cuyo interior guardaba toda su moneda.
Se perdían bajo las puertas, con una tiesura sacerdotal, los graves jinetes moriscos, arrastrando el albo alquicel anudado a la cabeza como una bola de nítida blancura, o el manto purpúreo de aguda capucha, que les daba el aspecto de barbudos frailes rojos.
Vestía de labrador, pero el modo de llevar el pañuelo anudado a la cabeza, sus pantalones de pana y otros detalles de su traje, delataban que no era de la huerta, donde el adorno personal ha ido poco a poco contaminándose del gusto de la ciudad.
El flaco macho que los había conducido quedaba en la posada de , esperando tomar la vuelta a las áridas montañas de Teruel, y el padre y el hijo, con los trajes de pana deslustrados en costuras y rodilleras y el pañuelo anudado a las sienes como una estrecha cinta, iban por las tiendas, de puerta en puerta, vergonzosos y encogidos, como si pidiesen limosna, preguntando si necesitaban un.
Por último, otro día la halló con un brazo en cabestrillo sobre un pañuelo anudado a la garganta.
Las desgarraduras del corpiño dejaban entrever tesoros de ocultas bellezas que su dueña empeñábase en poner a cubierto con el pañolillo anudado al cuello, avergonzada y llorosa.

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