Ejemplos con ansia

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Su obra de juventud muestra bien claramente el tesoro de ternura que encerraba su alma enferma de ansia de amor no satisfecha, de melancólico disgusto por todo lo que es bajo en la vida.
Es decir: cuando la humanidad, tras de haber imaginado penetrar el sentido de la vida y la muerte y tener asido el orbe entre las manos, como un niño una pelota, volvió sobre sí y, con maravilla y espanto, descubrió que todo había sido ensueño e ilusión, que la vida no tiene sentido ni el orbe consiente que se le abarque, en aquel trance lastimoso, que fué algo así como una almoneda en donde se desbarató el hogar y menaje de los dioses, algunos individuos remataron a bajo precio tales y cuáles trastos de la almoneda, que, aunque apolillados y claudicantes, todavía duran y se utilizan, y otros individuos, muy contados, más propensos a la desesperanza y al tedio, volviéronse de espaldas al cielo, ya vacío y desalquilado, humillaron los ojos hacia el suelo, y aplicáronse a reunir por semejas hechos minúsculos, no de otra suerte que un desocupado, por pasatiempo o ansia de olvido, se emplea en coleccionar objetos inservibles, y así se fué formando cada una de las ciencias particulares: que no es otra cosa una ciencia sino colección, jamás completa, de sellos usados o cencerros de vaca.
Angustias, ésa sí que existía, como que la había concebido y creado él, era la hija de su alma y de sus entrañas: ¿no había de existir? Existía y estaba, por libérrima y unánime voluntad, suya y de su padre, recoleta en las Carmelitas, adonde la habían conducido el desprecio del mundo exterior y aparente, en el cual ella tampoco creía, y el ansia de una absoluta y perfecta serenidad.
¡A ver, a ver!dijo con ansia don Simón, arrimándose más al Ministro.
¿Es ?preguntaba con ansia el candidato, que ya no podía sostenerse en el caballo, de frío, de miedo y de cansancio.
Hecho lo cual, se sentó en el rincón, y bajando el vidrio, respiró con ansia el vivificante fresco matinal.
Ella era igual a aquellos hombres sencillos que olvidaban sus ocupaciones para buscar a Luna, con el ansia de oír de su boca cosas nuevas.
Sentía el ansia de ver mundo, de estudiar por sí mismo las miserias sociales y las fuerzas de que disponían los desheredados para su gran transformación.
Primero fue Proudhon con sus audaces escritos, después completaron la obra algunos militantes que trabajaban en la misma imprenta que él, viejos soldados de la Commune que acababan de volver del destierro o de las prisiones de Oceanía, y reanudaban su campaña contra la organización social con un ardor acrecentado por los dolores sufridos y el ansia de venganza.
Las religiones fueron para él invenciones humanas, sometidas a las condiciones de existencia de todo organismo, con su infancia generosa, capaz de ciegos sacrificios, su virilidad absorbente y dominadora, en la que las antiguas dulzuras se convierten en imposiciones autoritarias del poder, y su vejez irremediable, con una lenta agonía que hace que el enfermo, adivinando su próximo fin, se agarre a la vida con el ansia de la desesperación.
Pero Gabriel no era un temperamento amoroso, la curiosidad, el ansia de saber, le dominaban, y después de estas escapadas, de las que volvía más fresco, con el cerebro más despierto, como si saliera de un baño que calmaba su juventud, entregábase con mayores ánimos al estudio.
Continuaba rugiendo en su cabeza el ansia de destrucción, y para satisfacerla se metió con la hoz en la mano en aquellos campos que habían sido sus verdugos.
Teresa, atolondrada por el peligro, quiso ir a ella a implorar socorro, con la esperanza que infunde el ajeno auxilio, con la ilusión de algo milagroso que se ansia en la desgracia.
Batistet, con el ansia de salvar algo, corría desaforado por las sendas, gritando, aporreando las puertas de las barracas inmediatas, que parecían parpadear con el reflejo del incendio.
La acarició, metióle sus manos entre los morros, y con el ansia de tomar posesión de ella, puso un pie sobre el corvejón, se agarró a la cola y montó por la grupa como un moro.
Algo había en ellas de cariño, de agradecimiento por todo lo pasado, pero lo que predominaba era el ansia de recobrar su categoría de señoras de coche , sin la cual se creían deshonradas.
¿Me darás tu retrato? ¿Irás a verme? ¡Con qué ansia he de esperar tus cartas! Y las leeré muchas veces, muchas, hasta que me las aprenda de memoria.
¡Qué ansia! ¡Qué impaciencia! Toda la noche estuve pensando en la llegada del mozo, hasta que al fín me quedé dormida.
¡Qué largo me parecía el camino! ¡Con qué ansia me aguardarían mis tías! ¡Qué anhelo el mío por llegar a la ciudad! La campana de la aldea sonaba festiva, y el viento matinal, fresco e impetuoso, traía hasta allí las mil voces de los templos villaverdinos, música incomparable que repetida por los ecos parecía el canto de los valles y de los bosques.
El entusiasmo de la juventud, el ansia de vivir, manifestábanse en él con extraordinaria fuerza, como frutos tardíos del árbol de su vida, que había pasado invierno tras invierno sin conocer hasta ahora la primavera.
Todos estaban ligados por la vida común, pero los otros eran la burguesía pretenciosa, corrompida prematuramente por la ambición de brillar, por el ansia de mentir, encaramándose penosamente a una altura usurpada, y él era un intruso, el resultado de un encuentro de la fuerza, cándida y sumisa, con la corrupción moral, hermosa y deslumbrante.
Por dos pesetas diarias la explotaban las parroquianas de un modo irritante, mostraban un ansia furiosa para exprimir todas sus habilidades, la hacían cortar y probar como una maestra y coser o zurcir como una oficiala, obligábanla, con falsos mimos, a no levantar la cabeza del trabajo ni un solo instante, se mordían los labios con rabia y dudaban de su laboriosidad cuando no podía convertir en vestido flamante un guiñapo viejo, y después de todo, cuando la costurera terminaba, despedíanla sin cariño alguno, como un mueble inútil, y no se acordaban de ella al darse tono en paseos y teatros, asegurando que era de una modista francesa el vestido cuya confección les costaba unas cuantas pesetas.
—¡Voy a la !—me responde con ansia y curiosidad.
Era tan fuerte el ansia de charla y de trato social, se lo pedía el cuerpo y el alma con tal vehemencia, que si no iban habladores a la tienda no podía resistir la comezón del vicio, echaba la llave, se la metía en el bolsillo y se iba a otra tienda en busca de aquel licor palabrero con que se embriagaba.
Se callaba este ardiente deseo por no aumentar la pena de la otra, mas atendía con ansia a todo lo que pudiera ser síntoma de esperanzas de sucesión.
Por fin llegó el instante de la despedida, que Fortunata deseaba con ansia y temía, considerándose incapaz de decir con claridad y sosiego todas aquellas fórmulas últimas y el ofrecimiento de la casa.
Mauricia alargó las manos con ansia hasta tocar la botella, pronunciando palabras truncadas y balbucientes para expresar su gratitud, pero la monja apartaba el codiciado objeto.
Fortunata esperaba con ansia la exposición del segundo caso, pero Feijoo lo tomaba con calma, pues se quedó buen rato meditando, con el ceño fruncido y la vista fija en el suelo.
Sólo faltaba Aurora, a quien Fortunata esperaba con ansia, y siempre que sentía pasos en la escalera, iba a la puerta para abrirle antes de que llamase.
Bebió con ansia, y entre tanto, la fundadora llevaba aparte a Ballester y le decía:.

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