Ejemplos con anocheciendo

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

He dicho que estaba anocheciendo.
Pasó de nuevo Martín, ya anocheciendo, por la casa de Cerezuelo, y no es decible el horror que le inspiró la pesada y triste mole del edificio, solo en medio de la llanura, proyectando su sombra sobre el suelo, silencioso y obscuro como una tumba, sin la más débil luz en sus ventanas, sin el más insignificante ruido en los patios, a no ser el lejano ladrido del perro de la huerta, demasiado celoso de las riquezas de su amo, para ver un ladrón en las fugitivas penumbras de la noche.
Manuelita se despertó cuando ya estaba anocheciendo, y a la luz de la bujía, doña Antonia observó que tenía los ojos encarnados .
Al llegar a la Torre ya estaba anocheciendo.
Estaba ya anocheciendo cuando me marché de Camberwell y cuando llegué a casa era completamente de noche.
-Pues en ese caso, como ya va anocheciendo, puedes volverte y hablar con tu amigo sin gran.
-¡Oh, cómo me pesa -dijo la Rufina- que va anocheciendo y encubriéndose el concurso de la calle Mayor!.
-Una hora después iba anocheciendo, y Andresillo repicaba las campanas.
Está anocheciendo, sólo que, como caminamos detrás del sol y mucho más deprisa que él, el ocaso va a servirnos de aurora y la aurora de poniente.
Conque, ea, no se descuide usted, que va anocheciendo y esos caminos son malos.
ABEN-HUMEYA y el ZAGUER y otro caudillo de aquel lugar, llamado el DALAY, no menos traidor y malo que ellos, acertaron a hallarse en casa de ABEN-ABOO: los cuales, habiendo estado todo el día escondidos en una cueva, en anocheciendo se habían recogido al lugar, como inciertamente y a deshora lo habían hecho otras veces, confiados en que no irían a buscarlos allí, por estar de paces ABEN-ABOO y tener salvaguardia.
Después, ya anocheciendo, como en un sueño, vi pasar por la ventana a monsieur Dupont con Almirante enganchado en su ''charret'', calle Nueva arriba, entre la lluvia.
Iba anocheciendo ya.
Por lo que allí se dijo, desde que nosotros vimos a Tablucas en la taberna de Resquemín, el asunto del perro no había mejorado un punto, si es que no andaba peor: los mismos garrotazos a la puerta en anocheciendo, y el propio animal en el murio en cuanto alumbraba la luna, la viuda asegurando que nada se oía ni veía de ello a tales horas, la familia embrujada llenando de cruces puertas y ventanas de día, y tiritando de miedo por la noche, algunos vecinos de la barriada encerrándose en casa al ponerse el sol, por si acaso, muchos otros del lugar, recelosos de todo perro desconocido, y, lo que más importaba, el pobre Tablucas sin hora de sosiego para trabajar la herencia que traía entre manos, y dar en el quid de una dificultad que no podía vencer en la máquina que imaginaba para pinchar lumiacos.
Y después, como iba anocheciendo, mandó encender las luces de la sala de recepciones, y se disponía a organizar el concierto, como todas las noches, cuando llamaron a la puerta.
Iba anocheciendo.
Iba anocheciendo, y la luna desde la altura azul le derramaba a la anchurosa ría sus resplandores.
Como ya va anocheciendo, el chico de la casa toma un tizón del hogar, sopla en él varias veces, y al resplandor de la vacilante llama que produce, se acercan a un arcón ahumado que está bajo el más ahumado vasar, alzan la tapadera, y aparecen en el fondo, entre montones de harina, salvado y medio pernil de tocino, dos pucheros grandes llenos de leche.
-Sin reparar en el corro de bolos en que acaban de gritar cincuenta bocas a la vez ¡''eseeé''! al hacer un ''emboque'' uno de los jugadores, abriéndonos paso a través de la batería formada por los pellejos de vino, barriles y cacharros que sobre un carro, debajo y a los lados de él, a la sombra de un castaño, son la delicia de los bebedores, echándonos por la derecha para no turbar el sueño pacífico de los jamelgos de un cura y un señor de aldea, que están amarrados al ''cabezón'' del mismo carro, quizá por casualidad, quizá porque los jinetes tomaron este norte como de mejor atractivo para cuando vaya anocheciendo, guardando el cuerpo del fogoso trotón de ese jándalo, que atraviesa la feria llevando a las ancas la parienta más joven e inmediata que encontró en su pueblo cuando volvió de Andalucía, y cuyo chal de amarillo crespón, no menos que su vestido blanco de empinados volantes, forman extraño contraste con su reluciente y pasmada fisonomía, sin responder a las voces de las importunas fruteras, de los ''agualojeros'', rosquilleros y otros análogos industriales que nos asedian al paso, sin fijarnos, en fin, en ese maremágnum alegre y estimulante que el cuadro presenta a primera vista, salgamos a aquella braña donde hay un grupo de ocho personas y una pareja de novillos uncidos.
Estaba anocheciendo, el médico y el Marqués acababan de retirarse.

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