Ejemplos con anheloso

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Su gracia y su hermosura, realzadas por la gravedad de los semblantes, la coquetería de sus movimientos al volver las hojas de los libros llenos de cifras y blasones, el modo de liarse a la muñeca los rosarios que parecían joyas, el inclinar la cabeza sobre el pecho anheloso, mirándose de reojo los pliegues de la falda, alguna tosecilla rebelde, rastro de los escotes del invierno, y alguna sonrisa cautelosa dirigida hacia las laterales de la nave, todo delataba una devoción superficial, elegante, frívola y mezquina, piedad exenta de grandeza, manchada de reminiscencias mundanales.
Sacramento se casó primorosamente vestida de blanco, adornado el traje de azahar, en actitud humilde, el pecho anheloso, las miradas entre pudorosas e inquietas, la tez descolorida cual si palideciese ante la inevitable proximidad de las caricias y allá en el fondo del alma la imaginación alegre y licenciosa como ramera triunfante.
Después un pecho anheloso sirviendo de almohada palpitante a un rostro agradecido, y, por fin, el resplandor del alba que, como virgen pálida y envidiosa, llamaba temblando en los vidrios del balcón para decir a los felices amantes: ¡Basta! Mas no todo lo que Cristeta sentía era deliciosamente impuro, no, que junto a la involuntaria tentación del deseo también bullían en su alma ideas ajenas al placer.
¿Oponerse a la marcha? También él había tenido y tenía a cada instante miedo, miedo cerval, no sólo por la niña, sino por la madre: ¿acaso no se le había ocurrido mil veces que la existencia de las dos corría inminente peligro? Además, ¿qué cosa en el mundo dejaría él de intentar por secar aquellos ojos puros, por sosegar aquel anheloso pecho, por ver de nuevo a la señorita segura, honrada, respetada, cercada de miramientos en la casa paterna?.
La tropa contenía al pueblo, anheloso de entrar, y algunos jinetes de la guardia se colocaron a derecha e izquierda de la puerta.
La Puerta del Sol, latiendo como un corazón siempre alborozado, le comunicó su vivir rápido y anheloso.
preguntaba anheloso, antes que me viera.
Dios sabe a dónde habría llegado por este brillante camino, si Mariano no se hubiese levantado, anheloso de marcharse.
Llamaba de una manera imperiosa, decía a la criada: «¿está ese?», y se colaba de rondón a mi cuarto interrupiéndome en las peores ocasiones, pues la condenada parece que sabía escoger los momentos en que más anheloso estaba yo de soledad y quietud.
-¿Y en qué paró? -pregunté anheloso a don Serafín.
¡Cómo sudaba de congoja el infeliz, y qué amarillo y anheloso estaba!.
Don Felipe suspendió el movimiento de su cubierto, y fijos los ojos en su plato pareció absorto y anheloso.
Pocos minutos habían pasado cuando sintió voces en la dirección de la sacristía, como si varias personas hablasen entre sí y dispusiesen alguna cosa: apareció una linterna un momento después, traída por una persona cuyo rostro no podía ser visto a causa de la sombra que el resplandor de la linterna misma proyectaba sobre él: le seguía un fraile con un rollo grueso sobre los hombros, y vinieron ambos a pararse en el centro de la Iglesia como a veinte pasos del altar, de donde Romea, palpitante y anheloso, veía todo esto como si fuera alguna escena del mundo sobrenatural.
¡Al andén, a la oficina! ¡A la oficina, al andén! ¡A dar la salida, a recibir! ¡A recibir, a dar la salida! ¡Atención al telégrafo! ¡Que falta un coche! ¡Que llega la expedición! ¡Que al menor descuido ocurrirá una catástrofe! Y cuando la niña se enferma gravemente y su madre tiene que llevársela a Auriabella, a consultarla con un médico de renombre, allí se queda el padre, el corazón apretado, la garganta llena de sollozos a medio formar, el alma nublada por presentimientos negros, anheloso del triste goce de rumiar su pena, pero con el pensamiento confiscado, sujeto a la cadena de sus funciones, de la cual no es lícito ni tirar.
Mergy siguió maquinalmente a Jorge por el patio, y sin saber cómo se encontró al lado de la bella condesa, cubierta ya con un velo y montada en un hermoso caballo andaluz, piafante de impaciencia y que mascaba el bocado, anheloso de libertad.
Por ejemplo, cómo vive el Sha -preguntó Plutarco, cada vez más anheloso de instruirse-.
anheloso de renovar mi vida y de rescatarme a la perversión: pero,.
Quedose en el umbral, anheloso, clamando aún, de tiempo en tiempo:.
Me detuve anheloso de oír algo más, pero se interpusieron otros compradores y me quedé in albis.
Gil, pálido también como un desenterrado, descompuesto el cabello, torva la mirada, anheloso el corazón, besó en la frente a Elena y dijo con acento sepulcral:.
¡Oh! flores hermosas, las del Deseo ¡purpúreas, enormes, y de perfume embriagador! El viajero anheloso se apura, sube, se trepa sin sentir el cansancio hasta la cima, de donde parecen inclinarse hacia él, iluminando el horizonte.
Sus rizos largos y deshechos le caían por el cuello blanco como el de un cisne, y velaban su seno, de manera que a no ser por su resuello anheloso y por el vivo matiz de su rostro, cualquiera la hubiera tenido por una de aquellas figuras de mármol que vemos acostadas en los sepulcros antiguos de nuestras catedrales.
Continuaba paseando don Pedro, mirábale anheloso don Juan, y también quedaron sin respuesta estos razonamientos de Ana, que estaba muy lejos de chancearse al exponerlos.
-¿Cree usted que se bajaría? -preguntó Nisco anheloso, corriéndose una silla más hacia la joven.
-replicó Fernando, esperando anheloso la continuación de la frase interrumpida.
, es decir, le quería a juzgar por sus miradas ardorosas, por su hablar anheloso, por las atenciones de que le hacía objeto, mientras él estaba en la taberna no había que pensar en que ella tuviese una mirada para otro hombre, pero.
Así puede verse el de Gedeón sobre la cama, no tendido, sino recostado en un rimero de almohadas, alta la cabeza, abierta la boca, desencajados los ojos, y aspirando, jadeante y anheloso, el aire infecto de aquella triste habitación.
-¡Alumbre usted más! -dícela anheloso Gedeón, quizá creyendo que no ve bastante todavía.
Estaba mucho más anheloso que por la noche, más azulado de color, más vidrioso de mirada, y, sobre todo, muy atormentado por la tos y muy inquieto en la cama.
Y se fue, zarandeando el farol en una mano y requiriendo con la otra el abrigo que se le deslizaba de los hombros, pero tosiendo mucho y muy anheloso de respiración.

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