Ejemplos con anciano

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Más de tres años de martirio llevaba la mujer de Simón al encontrarnos con ella de nuevo, no porque se fijase en que en la villa se hacía con ella lo que ella había hecho con los demás en la aldea, ni porque suspirara por volver a recuperar su pequeño trono abandonado, no, en fin, porque le atormentasen la memoria los atinados consejos del anciano señor cura, sino porque deseaba un campo más ancho en que explayarse, otro mundo más revuelto en que campar por lo que se era y no por lo que se había sido.
No acierto a explicarme cómo aquella señora hallaba placer en vilipendiar a un anciano que, además, ostentaba la respetable investidura de magistrado.
Hacía muchos años, muchosen los tiempos que el tío , un anciano casi ciego que guardaba el pobre rebaño de un carnicero de Alboraya, iba por el mundo, en la partida del , disparando trabucazos contra los franceses, estas tierras fueron de los religiosos de San Miguel de los Reyes, unos buenos señores, gordos, lustrosos, dicharacheros, que no mostraban gran prisa en el cobro de los arrendamientos, dándose por satisfechos con que por la tarde, al pasar por la barraca, les recibiera la abuela, que era entonces una real moza, obsequiándolos con hondas jícaras de chocolate y las primicias de los frutales.
Y el anciano pastor avanzaba la cabeza haciendo esfuerzos para ver con sus ojos casi muertos al hombre audaz que osaba realizar lo que toda la huerta tenía por imposible.
Todos hablaban únicamente de los respetos que merecía el anciano pastor, un hombre que en sus mocedades se comía los franceses crudos, que había visto mucho mundo, y cuya sabiduría, demostrada con medias palabras y consejos incoherentes, inspiraba un respeto supersticioso a la gente de las barracas.
Al fin recordó que era nieto del tío , el pastor ciego a quien respetaba toda la huerta, un buen muchacho, que servía de criado al carnicero de Alboraya, cuyo rebaño cuidaba el anciano.
El anciano se caló las gafas, se compuso en el asiento, y principió a leer el artículo editorial.
El anciano en su sillón, Angelina a un lado, cerca de la mesa, a la luz de una lámpara, con un libro en las manos.
El anciano se disponía a cenar.
¡Y vaya si el anciano militar era bueno! ¡Y vaya si era inteligente! ¡Qué cartas tan bien escritas! Tan claros los conceptos como aquella su letra española serena y gallarda.
Me han contado que cuando el santo anciano recibió la carta de mis parientes, exclamó: ¡Corazones de piedra! ¡Dios los perdone? ¿El trajo esta niña a mi casa? Pues mía es.
Herrera, del cariñoso anciano, del santo sacerdote que veía, y con razón, en su hija adoptiva, un ángel bajado del cielo para alegrar las tristes horas de su vida rural.
Señora Francisca ya no está para fiestas, y mi deber, mi obligación es estar allá, con el santo anciano que tanto necesita de quien le vea y le mime.
Piensa que tu deber es cuidar del pobre anciano.
No, Linilla, yo te lo agradezco, ganas mucho en mi cariño, pero antes que yo y que mis tías está tu protector, tu padre, que padre ha sido para tí ese buen anciano.
¡Qué bien que se sostenía el anciano en su caballería! De fijo que el P.
El anciano tenía resuelto llevársela.
Angelina parecía haberse olvidado de mí, no me dirigía la palabra, no me miraba, como temerosa de que el anciano sorprendiera nuestro amor.
El anciano levantó la cara para verla, y continuó:.
Nos contó memorias de su vida estudiantil, pero no consiguió alegrarnos, y cuenta que el buen anciano tenía mucha gracia para conversar.
No dejes de escribirme, te lo ruego, y ¡ámame, ámame como yo te amo! Piensa que he sido muy desgraciada, que estoy sola, casi sola en el mundo, porque el santo anciano, que ha sido para mí un verdadero padre, vivirá poco, y el día que me falte.
¡Voy a ver a esos diablejos!dijo contrariado el anciano.
El pobre anciano quería llorar, el rostro se le contraía dolorosamente, su voz se iba poniendo trémula, en sus ojos asomaba una lágrima,dicenhizo un esfuerzo y acabó¡qué estoy chocho!.
Pero es lo cierto que don Román me quiso siempre como a un hijo, que me trató con suma benevolencia, que pocas veces sintieron mis manos los golpes de su férula, y que el buen anciano, no obstante su pobreza, me dio lecciones durante dos años, sin exigir de mis tías extipendio alguno.
El pobre anciano, loco de alegría, se complacía en mirarme, y me abrazaba, y pasaba por mis mejillas sus manos larguiluchas y exangües.
Así le conocí cuando era yo niño, cuando mis buenas tías me confiaron a la férula resonante de aquel buen anciano, maestro de dos o tres generaciones de villaverdinos.
Herrera, un anciano que a la sazón apacentaba en un pueblecillo de la sierra numerosa grey de labradores, pero la señora callaba, sin que ni ruegos ni súplicas le hicieran abrir los labios.
Remedios entró con la lámpara encendida en el cuarto de su tío, y después de dejarla sobre la mesa, se sentó frente al anciano, que desde media tarde permanecía inmóvil y meditabundo en su sillón, cual si le hubieran clavado en él.

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