Ejemplos con amparador

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

No fui criminal: fui amparador de los menesterosos, abogado de la verdad, adalid del derecho.
De él se contaba que nunca se le acercó un necesitado sin que al punto le socorriese, y en la misma Cartagena era el amparador de todas las personas o familias que, perseguidas por el Centralismo, se habían refugiado en la Plaza.
Mujeres hubo allí que debieron al amor su ingreso en el hogar, mas esto no era lo común, mujeres hubo que entraron simplemente a servir, otras que eran hijas de antiguas servidoras, otras que llegaron inopinadamente sin más razón que la caridad del Arcipreste, gran amparador de huérfanas, y aliviador de viudas ahogadas, y de familias venidas a menos.
El Brigadier Ballesteros, hombre templado muy atento a su obligación, destituyó al Ayuntamiento, que ha sido el primer amparador de carlistas, y metió mano a todos los cabecillas de aquellos contornos.
Para escoger aquella vivienda no se fijó Lucila principalmente en su amena situación ni en los aires salutíferos que la bañaban: aunque todo esto era muy de su agrado, no se determinó a mudarse mientras el tratante en leñas, José Rodríguez, primer amparador de Gracián, y de la calle de Rodas, no le dieran, con su palabra honrada, garantía de la seguridad que allí tendría el perseguido Capitán.
Y en tanto, las dos hermanitas napolitanas habían reñido, y la Gobernadora, que hasta entonces fiara en la espada de Espartero como garantía de su causa, comenzaba a recelar del de Luchana, volviendo sus ojos a Ramón Narváez, como amparador más seguro y arriscado.
Indudablemente Dios debía de estar satisfecho de haberme criado, viéndome tan hormiguilla, tan allegador, tan mete-y-saca, tan buen amparador de los poderosos para que los poderosos me amparasen a mí.
-Sí -añadió el señor de dos mundos, juntando la nariz con la barba-, con esa cara de Pascua florida y esa hinchazón de consejero de Castilla, es el mayor amparador de doncellas que hay en Madrid.
-Por aquí derechos a la calle -dijo nuestro amparador, retirándose repentinamente.
Compartiendo su espíritu entre los gratos afanes de su comercio y los puros goces de la familia, libre de ansiedad política, amante de la paz en la casa, en la ciudad y en el estado, respetuoso con las instituciones que protegían aquella paz, amigo de sus amigos, amparador de los menesterosos, implacable con los pillos, fuesen grandes o pequeños, sabiendo conciliar el decoro con la modestia y conociendo el justo medio entre lo distinguido y lo popular, era acabado tipo del español que se formaba del antiguo pechero fundido con el hijodalgo, y que más tarde había de tomar gran vuelo con las compras de bienes nacionales y la creación de las carreras facultativas hasta llegar al punto culminante en que ahora se encuentra.
-Todavía -dijo con amargo desdén- no he gustado el placer de matar a un deshacedor de agravios propios y amparador de doncellas ajenas.
Desesperado regresé al centro de Madrid, elevando mis pensamientos a Dios, como el más eficaz amparador de la inocencia, y traté de penetrar en la casa de Correos.
¿Cómo que es posible que una rapaza que apenas sabe menear doce palillos de randas se atreva a poner lengua y a censurar las historias de los caballeros andantes? ¿Qué dijera el señor Amadís si lo tal oyera? Pero a buen seguro que él te perdonara, porque fue el más humilde y cortés caballero de su tiempo, y, demás, grande amparador de las doncellas, mas, tal te pudiera haber oído que no te fuera bien dello, que no todos son corteses ni bien mirados: algunos hay follones y descomedidos.
Un día estalló un motín o bochinche revolucionario, y Lerzundi, por amor al oficio, que maldito si a él le importaba que se llevase una legión de diablos al gobierno, con el cual no tenía vínculos, se echó a la calle a hacer el papel de Quijote amparador de la desvalida autoridad.
Honda preocupacion abrumaría el espíritu del Inca en los dos o tres primeros meses de su cautiverio, pues aunque todas las tardes tomaba asiento junto a Hernando de Soto, su amigo y amparador, no daba señales de haberse dado cuenta de la manera como actuaban las pieza ni de los lances y accidentes del juego.
En casa de su amigo, éste renovó sus comentarios pesimistas acerca del amparo dado a la bribona, insistiendo en que el vulgo y la curia no verían en don Nazario al hombre abrasado en el fuego de caridad, sino al amparador de criminales, por lo cual convenía tomar precauciones contra el escándalo, o ver de sortearlo cuando viniese.
Muy popular y querido en Potosi era su señoría, porque, a fuerza de sagacidad y no de garrote, alcanzó á poner término a las sangrientas querellas de criollos y vascongados, y porque fué tan generoso amparador de los indios que forzó a los ricachos mineros a remunerar el rudo trabajo de los peones.
Juan Tenorio'', para que su nombre viviera con el mío unos cuantos días más después de nuestra muerte, que es lo menos que en nombre mío y de mi padre debo a la memoria del amigo leal y del caballeroso amparador.
Entusiasta partidario de San Martín y de la causa por éste representada, Zárate prestó servicios importantes, ya como conductor de comunicaciones, ya como amparador y guía de los patriotas que fugaban de Lima para incorporarse en las filas del ejército libertador.
Puesta en pie la maltrecha dama, dijo a su amparador:.
El Brigadier Ballesteros, hombre templado muy atento a su obligación, destituyó al Ayuntamiento, que ha sido el primer amparador de carlistas, y metió mano a todos los cabecillas de aquellos contornos.
Mujeres hubo allí que debieron al amor su ingreso en el hogar, mas esto no era lo común, mujeres hubo que entraron simplemente a servir, otras que eran hijas de antiguas servidoras, otras que llegaron inopinadamente sin más razón que la caridad del Arcipreste, gran amparador de huérfanas, y aliviador de viudas ahogadas, y de familias venidas a menos.
Para escoger aquella vivienda no se fijó Lucila principalmente en su amena situación ni en los aires salutíferos que la bañaban: aunque todo esto era muy de su agrado, no se determinó a mudarse mientras el tratante en leñas, José Rodríguez, primer amparador de Gracián, y el Ramos de la calle de Rodas, no le dieran, con su palabra honrada, garantía de la seguridad que allí tendría el perseguido Capitán.

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