Ejemplos con amarillas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En los desvanes de la casa había encontrado él, amarillas por el tiempo, varias cartulinas de visita con el nombre del rico sacerdote: tarjetas grabadas con emblemas, como empezaron a usarse en el siglo XVIII.
Próximos a estos caprichos galantes y afeminados, los raros productos del arte asiático proyectaban sus siluetas extrañas y deformes, semejantes a ídolos de un bárbaro culto, por los panzudos tibores, cubiertos de una vegetación de hojas amarillas y flores moradas o color de fuego, cruzaban bandadas de pajarracos estrafalarios, o serpenteaban monstruosos reptiles, del fondo obscuro de los vasos tabicados surgían escenas fantásticas, ríos verdes corriendo sobre un lecho de ocre, kioscos de laca purpúrea con campanillas de oro, mandarines de hopalanda recta y charra, bigotes lacios y péndulos, ojos oblicuos y cabeza de calabacín.
Después las brumas entristecen los paisajes, y con ellas, puntuales mensajeras del plañidero noviembre, llegan a las dehesas y se esparcen por laderas y rastrojos las flores amarillas.
El triste Octubre prodigaba en laderas y rastrojos amarillas flores, y al soplo del viento que pasaba susurrando, los fresnos se estremecían y dejaban caer las muertas hojas.
La peregrinación prosiguió a lo largo de unas mesas en las cuales, bajo toldos de madera, estaban apiladas las frutas del tiempo: las manzanas amarillas con la transparencia lustrosa de la cera, las peras cenicientas y rugosas atadas en racimos y colgantes de los clavos, las naranjas doradas formando pirámides sobre un trozo de arpillera, y los melones mustios por una larga conservación, estrangulados por el cordel que los sostenía días antes de los costillares de la barraca, con la corteza blanducha, pero guardando en su interior la frescura de la nieve y la empalagosa dulzura de la miel.
Entre la plata, que era lo que más abundaba, brillaban los centenes como las pepitas amarillas de un melón entre la pulpa blanca.
La curiosidad y el deseo de dar el último adiós a su amiga empujaron a Fortunata hacia la escalera Alcanzó a ver las cintas amarillas sobre la tela negra, en la revuelta de la escalera, pero fue un segundo no más.
Salió en esto un arriero a refrescarse al portal, y pidió que queria hacer tercio: acogiéronle de buena gana, y en ménos de media hora le ganaron doce reales y veinte y dos maravedises, que fué darle doce lanzadas y veinte y dos mil pesadumbres: y creyendo el arriero que por ser muchachos no se lo defenderian, quiso quitarles el dinero, mas ellos poniendo el uno mano a su media espada, y el otro al de las cachas amarillas, le dieron tanto que hacer, que a no salir sus compañeros, sin duda lo pasara harto mal.

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