Ejemplos con amadeo

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Los hijos de los hijas del hermano mayor de Felipe Amadeo IX de Saboya eran los siguientes en la línea de sucesión, y recibieron los derechos de herencia en la línea general, incluyendo Chipre y Jerusalén.
Más tarde el papa Clemente VII persuadió a Amadeo para acompañar a Luis I de Anjou en una expedición a Nápoles.
En un tratado concluido en París al año siguiente Amadeo acordó intercambiar el territorio en Delfinado más allá de los ríos Ródano y Guiers, a cambio del reconocimiento como soberano indiscutible de Faucigny y del Condado de Gex, así como Conde de Genevois, estos títulos habían sido el tema de contención entre los Condes de Saboya y los Delfines de Viennois.
Al restaurarse los Borbones, el progresista , el palatino de don Amadeo, se convirtió en republicano y conspirador.
Luego, al ser rey Amadeo de Saboya, este monarca revolucionario, execrado y abandonado por la nobleza tradicional, había tenido que acudir a nuevos hombres históricos para formar su corte.
Pero transcurrían los años, venía y se iba don Amadeo, ¡hasta se proclamaba la República! y la causa de Dios no adelantaba gran cosa.
Corroborábase la noticia de que don Amadeo había huido a Lisboa con su familia, y el telégrafo transmitía los nombres de los individuos que formaban el primer ministerio de la recién nacida República.
Con que vuelva del revés el de don Amadeo, sale del paso sin gastos.
La cosa íbase formalizando, desde la caída de Amadeo no había entrado Martínez en Palacio, y su presencia allí en aquel momento, aunque fuera sólo como curioso, prestaba al acto de Jacobo una sanción pública que acrecía su importancia.
Así quedaba convenido, mas tocábale la vez al respetable Butrón de volver la espalda y decíanse todos entonces que era una necesidad, una pifia, desperdiciar una cartera en aquel pobre hombre, político mujeriego, que debía de contentarse, a lo más, con una plenipotenciaria, pudiendo emplearse aquella, si no con honra, a lo menos con provecho, en el señor don Eusebio Díaz de la Laguna, pajarraco gordo en tiempo de Amadeo, que, como acontece en todas las restauraciones, habíase pasado con armas y bagajes al bando alfonsino en cuanto vislumbró en él la aurora del triunfo, ejecutando una de esas maniobras que en la farisaica jerga de los hombres gubernamentales se llaman , debiendo de llamarse charranadas o vilezas.
Mas tampoco era verosímil que al cabo de año y medio de silencio absoluto, de completo olvido, salieran los masones reclamando los papeles e iniciando su petición con la ridícula bromitamuy en carácter, por ciertode enviarle un sellito Y además, ¡qué demonio!, a él le habían entregado unos papeles para el rey Amadeo, y el rey Amadeo se había ido.
Las cuadrillas del minué y la pavana, las figuras de la zarabanda y la chacona, estaban ya muy vistas y habían servido mil veces en aristocráticos salones como protesta de acendrado españolismo contra el intruso don Amadeo.
Decíase en estos que Jacobo había prestado un gran servicio al partido restaurador, echando a pique con ciertos misteriosos papelitos a tres personajes intrigantes y tramposos que, ávidos siempre de poder y dinero, habían querido en Biarritz, después de la caída de Amadeo, injerirse traidoramente en la restauración del trono, que ellos mismos habían contribuido a hundir cinco años antes.
Biarritz era demasiado pequeño para permanecer oculto y evitar embarazosos encuentros con los emigrados alfonsinos y carlistas que, desde mucho tiempo antes, poblaban todos los contornos, y los hombres políticos y medrosos de todo jaez con que la caída de don Amadeo y la proclamación de la República engrosaban en aquellos mismos días el número de españoles dispersos.
Acogiéronle los venerables como a enviado del Gran Arquitecto, y presentáronle al punto a Víctor Manuel como el hombre a propósito para llevar a España documentos e instrucciones, e imprimir a la política de don Amadeo el rumbo deseado en Italia.
¿Pues de dónde sales tú, embajadorcillo? ¿No has visto los partes? Hoy por la mañana se ha largado Amadeo a Lisboa, diciendo: Ahí queda eso.
Y con su abanico de plumas señalaba la fiel partidaria de los Borbones el lacito azul y blanco que, una vez desechada la Secretaría particular de don Amadeo, aparecía también en el frac de Juanito Velarde.
Las condiciones impuestas por la condesa eran un considerable aumento de sueldo para ella y la Secretaría particular de don Amadeo para Juanito Velarde, adorado amigo que a la sazón privaba.
En ella, el marqués de Villamelón, de acuerdo con su esposa, pedía para esta, por medio del ministro de Ultramar, el puesto de camarera mayor de la reina, con las dos condiciones indicadas antes por Martínez: la Secretaría particular de don Amadeo para Juanito Velarde y los seis mil duros de sueldo para la dama misma.
Faltábale todavía el sello, y púsoselo Currita sonriendo socarronamente, y cuidando de colocar con la cabeza para abajo el busto del rey don Amadeo.
¿Por quién se la tomaba a ella? ¿Pues no había dado toda su vida pruebas del más leal afecto a la real familia? Y aun cuando ella fuese capaz de semejante infamia, ¿se la hubiera permitido acaso Fernandito, cuya sangre había corrido en el combate de Cabo Negro, al grito de Isabel II? Justamente tenía él tal odio a la intrusa casa de Saboya, que jamás ponía el sello de una carta sin colocar al pobre don Amadeo con la cabeza para abajo.
Se empeñó en que su amigo Juanito Velarde había de ser secretario particular de don Amadeo, habló al ministro, este le ayudó, y envalentonado con eso, se ha atrevido a tanto el señor ministro Lo que yo le decía a Fernandito: si le das el pie a esa gente, se tomarán la mano En fin, hija, el presidente del Consejo en persona estuvo a hacerme la propuesta ¡Por supuesto que yo no lo recibí, Fernandito se entendió con él, y tuvieron una escena! Yo, muerta de susto, porque creí que lo iba a plantar en la calle y acabaría la cuestión a tiros En fin, se fue por donde había venido, con las orejas calientes, y sabe Dios lo que en venganza dirán de mí ahora Esto ha sido todo, por eso, cuando al entrar oí el himno y vi el saludo de Gorito, creí que era una broma que ustedes me daban.
Gorito Sardona saltó frente a la puerta, sobre un puff de badana japonesa, y cogiendo a guisa de sombrero una de las bandejas del té, de cincelada plata antigua, se descubrió ante la dama lentamente, tieso, sin mover la cabeza, extendiendo el brazo hasta formar con el cuerpo ángulo recto, como solía saludar por todas partes el rey don Amadeo.
la Secretaría particular de don Amadeo, para ese Juanito Velarde, que es ahora su consejero íntimo.
Varios gomosos del Veloz-Club, de los cuales era uno Paco Vélez, habían pagado a tres saboyanitos para que, escondidos en un palco proscenio del teatro a que asistía don Amadeo, interrumpiesen de repente la función, cantando al son de sus violines y arpas el conocido estribillo:.
Ellas, con sus alardes de españolismo y sus algaradas aristocráticas, habían conseguido hacer el vacío en torno de don Amadeo de Saboya y la reina María Victoria, acorralándolos en el palacio de la plaza de Oriente, en medio de una corte de , según la opinión de la duquesa de Bara, de , añadía Leopoldina Pastor, que no llegaba siquiera a indecentes.
Amadeo, y el Delfín se hizo tan republicano que daba miedo oírle.
Amadeo se fuera o se quedase? Más le importaba la conducta de aquel ingrato que a su lado dormía tan tranquilo.
Amadeo, cansado de bregar con esta gente, tira la corona por la ventana y dice: Vayan ustedes a marcar al Demonio.

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