Ejemplos con alzando

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Luego los curas, graves y compuestos en su ademán, alzando de tiempo en tiempo sus voces anchas, que se dilataban en la clara atmósfera.
En findijo Lucía alzando el semblante donde las líneas redondeadas y fugaces de la adolescencia comenzaban a trocarse en trazos más firmes, yo marcharé si tú me lo ordenas, pero convencida de que es una mala acción abandonar así a una amiga, cuando se está muriendo.
Quien mirase el Casino por su fachada sur, podía ver desde luego el numen que allí recibía culto y sacrificios: la Ninfa de las aguas, inclinando la urna con graciosa actitud, mientras salen a sus pies de entre un cañaveral dos amorcillos, y uno de ellos, alzando una valva, recoge la sacra linfa que de la urna copiosamente fluye.
Cisnes, patos y ánades bogaban, aquéllos con su acostumbrada fantástica suavidad, balanceando el largo cuello, éstos graznando desapaciblemente, todos con rumbo a la orilla apenas Lucía y Pilar se acercaban,en demanda de mendrugos de pan, que engullían atragantándose y alzando al aire la cola.
Puespronunció Miranda, alzando la vozlo de la señora lo pago yo, y nada más, y usted me hará merced de girar una letra a ese señor, devolviéndole lo cobrado.
¡Ay, Don Ignacio! ¿me llevará usted mañana?gritó Lucía, dilatados los ojos con el afán y alzando sus manos suplicantes.
Hizo breve seña al más próximo, y el auriga vasco, alzando su fusta, halagó con ella el anca de las tarbesas jaquitas, que, la cerviz enhiesta, se prepararon a arrancar.
¡Si allí debe de ser la gloria!afirmó alzando la mano, para señalar al refulgente globo de Júpiter.
Artegui llamó a Lucía, que alzando la cortina a su vez, echó el cuerpo fuera, hasta que una revuelta del camino y la rapidez del tren borraron el cuadro.
La infeliz, que arrastrado, había con su difunto vida de perros, exclamó en cascajosa voz, alzando las secas manos y meneando la cabeza temblona:.
Y el pastor llamó a su rebaño, le hizo emprender la marcha por el camino, y antes de alejarse se echó la manta atrás, alzando sus descarnados brazos, y con cierta entonación de hechicero que augura el porvenir o de profeta que husmea la ruina, le gritó a Batiste:
Y, una vez atento al sagrado rito, aunque nuestro filarmónico volteriano sepa también de memoria las , ¿quién os dice que, al ver al anciano sacerdote cubierto de oro y pedrería, arrodillado al pié de la Cruz, abatiendo la encanecida frente o alzando con mano trémula el Pan de la Comunión, brindis de alianza entre la eternidad y la vida, entre los cielos y la tierra, no sentirá despertarse en su corazón algo que le hable de la brevedad de la existencia, de la grandeza del universo, de la injusticia de los hombres, del porvenir de nuestra alma inmortal, de las creencias de su infancia, de la existencia de un Dios? ¿Cuál será, cuál puede ser el corazón de piedra que no tiemble, cuando tiemblan simultáneamente la piedra de aquellas bóvedas, aquel pueblo arrodillado que se golpea el pecho, aquellos millares de luces, aquel aire poblado de las religiosas armonías del órgano y del repique triunfal de las campanillas de oro, aquellas nubes de incienso, aquellas voces que cantan, y aquellas lenguas de bronce que, desde la erguida torre del templo, levantan una oración tan poderosa que detiene las nubes en su carrera?.
¿Y qué, señora tía, y qué?decía alzando los hombros dentro de la cama, como si estuviera en pie.
De la puerta volvió hacia Fortunata, y alzando el bastón con ademán de mando, le dijo:.
Cállate, cállate y no me saques la cólera, que al oírte decir que quieres a una tiota chubasca, me dan ganas de ahogarte, más por tonto que por malo y al oírte hablar de conciencia en este tratado, me dan ganas de Dios me perdone ¿Sabes lo que te digo?añadió alzando la voz, ¿sabes lo que te digo? Que desde este momento vuelvo a tratarte como cuando tenías doce años.
Había fruncido el ceño, después había opinado que su hermano era loco, y por fin, alzando los hombros, dijo: ¿Yo qué tengo que ver? Es mayor de edad.
¿Sabes lo que te digo?gritó Juan Pablo, alzando arrogante la voz, que a mí no se me manda callar, ¿estamos? He tenido el honor de decirle cuatro frescas al obispo de Persépolis, y quien no teme a las sotanas moradas, ¿qué miedo ha de tener a las negras?.
¿Esto?murmuró la prójima, alzando la cara, como quien despierta.
Aquí no hay más que mucha hambredecía uno de los curas de tropa alzando la voz en la mesa inmediata.
Jacinta observaba que alguien le hacía telégrafos desde la puerta, alzando un poco el cortinón.
Y no vacilo en decirloagregó alzando la voz, como si se incomodara.
Puso, sí, una carita muy monamente apenada, y alzando la voz, dijo:.
Guillermina, alzando la voz, decíale que se abrazara a la cruz, que Dios la perdonaba, que ella la envidiaba por irse derechita a la gloria, y otras muchas cosas que la hacían a una llorar.
Mas, cuando don Quijote llegó a ver rota su celada, pensó perder el juicio, y, puesta la mano en la espada y alzando los ojos al cielo, dijo:.
El cuadrillero, que se vio tratar tan mal de un hombre de tan mal parecer, no lo pudo sufrir, y, alzando el candil con todo su aceite, dio a don Quijote con él en la cabeza, de suerte que le dejó muy bien descalabrado, y, como todo quedó ascuras, salióse luego, y Sancho Panza dijo:.
Y, alzando los ojos, vio lo que se dirá en el siguiente capítulo.
Parecióle tan mal a Sancho lo que últimamente su amo dijo acerca de no querer casarse, que, con grande enojo, alzando la voz, dijo:.
Don Quijote, que tales blasfemias oyó decir contra su señora Dulcinea, no lo pudo sufrir, y, alzando el lanzón, sin hablalle palabra a Sancho y sin decirle esta boca es mía, le dio tales dos palos que dio con él en tierra, y si no fuera porque Dorotea le dio voces que no le diera más, sin duda le quitara allí la vida.
Teníala el caballero fuertemente asida por las espaldas, y, por estar tan ocupado en tenerla, no pudo acudir a alzarse el embozo, que se le caía, como, en efeto, se le cayó del todo, y, alzando los ojos Dorotea, que abrazada con la señora estaba, vio que el que abrazada ansimesmo la tenía era su esposo don Fernando, y, apenas le hubo conocido, cuando, arrojando de lo íntimo de sus entrañas un luengo y tristísimo ¡ay!, se dejó caer de espaldas desmayada, y, a no hallarse allí junto el barbero, que la recogió en los brazos, ella diera consigo en el suelo.
Dimos voces, y él, alzando la cabeza, se puso ligeramente en pie, y, a lo que después supimos, los primeros que a la vista se le ofrecieron fueron el renegado y Zoraida, y, como él los vio en hábito de moros, pensó que todos los de la Berbería estaban sobre él, y, metiéndose con estraña ligereza por el bosque adelante, comenzó a dar los mayores gritos del mundo diciendo: ¡Moros, moros hay en la tierra! ¡Moros, moros! ¡Arma, arma!.

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