Ejemplos con alegrías

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

De este modo, al tomar su licencia en Madrid, salió hacia su pueblo sin penas ni alegrías, y al mirar a la corte desde lejos, envióle una despedida que tanto podía significar adiós para siempre , como hasta la vista.
En su mente germinaba un concepto singular de la autoridad conyugal: parecíale que su marido tenía derecho perfecto, incontestable, evidente, a vedarte todo género de goces y alegrías, pero que en el sufrimiento era libre y que prohibirle el padecer, el velar y el consagrarse a la enferma, era duro despotismo.
Y aquel dolor de vivir sin cariño, y sin derecho para inspirarlo ni aceptarlo, puesto que estaba ligado a una mujer a quien no amaba, aquel dolor que no dormía, ni tenía paces, ni le quería salir del pecho, y le tenía la fantasía como apretada por serpientes, lo que daba a todo su música un aire de combate y tortura que solía privarla del equilibrio y proporción armoniosa que las obras durables de arte necesitan, aquel dolor, en un espíritu hermoso que, en la especie de peste amatoria que está enllagando el mundo en los pueblos antiguos, había salvado, como una paloma herida, un apego ardentísimo a lo casto, aquel dolor, que a veces con las manos crispadas se buscaba el triste músico por sobre el corazón, como para arrancárselo de raíz, aunque se tuviera que arrancar el corazón con él, aquel dolor no le dejaba punto de reposo, le hacía parecer a las veces extravagante y huraño, y aunque por la suavidad de su mirada y el ardor de su discurso se atrajese desde el primer instante, como un domador de oficio, la voluntad de los que le veían, poco a poco sentía él que en aquellos afectos iba entrando la sorda hostilidad con que los espíritus comunes persiguen a los hombres de alma superior, y aquella especie de miedo, si no de terror, con que los hombres, famélicos de goces, huyen, como de un apestado, de quien, bajo la pesadumbre de un infortunio, ni sabe dar alegrías, ni tiene el ánimo dispuesto a compartirlas.
Su espíritu eminentemente altruista, se asociaba a todos los dolores ajenos y a ellos llevaba el consuelo de su palabra inspirada, lo mismo compartía las alegrías de sus amigos.
Has sufrido mucho, has dicho adiós a las alegrías de la tierra, eres fuerte por el infortunio y puedes mirar cara a cara a la verdad.
Los señores canónigos cantan todos los días al otro lado de esa pared, sin sospechar que sobre sus cabezas hay tales alegrías.
Quisiera ser una estatua de esa portada, una pilastra de la catedral, algo inmóvil, sobre cuya superficie resbalasen el tiempo, las alegrías y las tristezas, sin causar estremecimientos ni emociones.
No le exigían que se fuese de la taberna, librándolos de su presencia odiosa, le ordenaban con amenaza de muerte que abandonase sus tierras, que eran como la carne de su cuerpo, que perdiese para siempre la barraca donde había muerto su chiquitín, y en la cual cada rincón guardaba un recuerdo de las luchas y alegrías de la familia en su batalla con la miseria.
¿Te aflige que yo me case? ¿Sientes el modo informal? ¿No lo comprendes bien, inocentona? ¿No caes en que ese bárbaro, egoistón, de Pepe Güeto, presume, y no sin razón, de ser un real mozo, y todo el furor que ha tenido y tiene aún contra mí, estriba en que anhelaba que yo me hubiese enamorado de él por lo triste y por lo serio, y me hubiese puesto a suspirar y a llorar, sin pensar más que en él y no en divertirme? ¿No ves que él se ha enamorado y que su rabia es que no me cree tan enamorada ni tan capaz de enamorarme, porque no hago pucheros y no aburro con lágrimas y sublimidades? ¿Y no calculas, por último, que yo le quiero también? Si no, ¿me casaría? Ya casada, vencido el natural encogimiento que debo guardar, le demostraré mi ternura, y le haré ver que hay un tesoro de ella en mi alma, aunque escondido entre burlas y alegrías, y cuando vea el tesoro, y le goce, y conozca que es suyo, y mejor que cuanto podía él soñar, ha de conocer que no es mi corazón de corcho sino de almíbar y jalea, y se ha de poner como jalea y como almíbar, y ha de bailar y reír de gusto, declarando y confesando que se compaginan bien los regocijos con el verdadero amor, y las risas con la ventura más seria y más grave en el fondo.
¡Qué noches aquéllas de emociones, de nerviosas alegrías, de mareos voluptuosos, y después de aplastamiento, de brutal cansancio! Juanito era el encargado de abrir la puerta cuando la familia volvía del baile.
Llegué a mi casa descorazonado y abatido, y cuando creía encontrar aquí dichas y alegrías, no hallé más que penas y tristezas.
¡Felices tiempos aquellos! ¡Cómo varían las cosas! ¿Dónde están las alegrías de aquella época? ¿Dónde los infantiles regocijos? ¿A dónde se fueron las ilusiones rosadas, las mariposillas de la infancia? Ahora todo ha cambiado, no hay sueños para el alma, la frente, antes soñadora, tiene ya la palidez del primer dolor, ya probé las amarguras de la vida, y sé que sus dejos se quedan en los labios para siempre.
Me resigné a dejar los libros y a renunciar a las alegrías de la vida estudiantil, para buscar en Villaverde lo que tal vez no faltaría: un destinejo que me proporcionara cada mes algunos duros.
Vinieron a mi memoria las alegrías de los quince años, las fugitivas amarguras del primer pesar, la tortura congojosa del primer desengaño.
¡Dios me libre de ello! La vida, por amarga que sea, es muy hermosa y amable, si tiene penas y dolores, tiene también dichas y alegrías, muchas, y yo quiero vivir, vivir para ti, mi Rorró, para ser dichosa si eres dichoso, para amar lo que tú ames y aborrecer lo que tú aborrezcas, para padecer si tú padeces, que en eso cifro mi dicha mayor.
En esta reunión estaban todos los afectos y alegrías de don Eugenio.
Era la hora de purgar los derroches y las alegrías de la temporada anterior.
exclamaba Virgilio en su hermosísimo idioma para dar idea de ese mundo de melancolías en que se cierne el espíritu, recordando tiempos que huyeron, a presencia de los mudos objetos que fueron testigos de risueños planes y desengañadoras alegrías.
Entonces desfilaron ante mis ojos mil pasadas, mil hogares apagados, mil familias que habían cenado juntas y que ya no existían, otros niños, otras alegrías, otros cantos perdidos para siempre, los amores de mis abuelas, sus trajes abolidos, su remota juventud, los recuerdos que les asaltarían en aquel momento, la infancia de mis padres, la primera Noche-buena de mi familia, todas aquellas dichas de mi casa anteriores a mis siete años.
Y luego adiviné, y desfilaron también ante mis ojos, mil más, que vendrían periódicamente, robándonos vida y esperanza, alegrías futuras en que no tendríamos parte todos los allí presentes,—mis hermanos, que se esparcirían por la tierra, nuestros padres, que naturalmente morirían antes que nosotros, solos en la vida, el siglo sustituido por el siglo , aquellas brasas hechas ceniza, mi juventud evaporada, mi ancianidad, mi sepultura, mi memoria póstuma, el olvido de mí, la indiferencia, la ingratitud con que mis nietos vivirían de mi sangre, reirían y gozarían, cuando los gusanos profanaran en mi cabeza el lugar en que entonces concebía todos aquellos pensamientos.
—Pero yo no he ido, yo no quiero eso, yo busco mi cena pascual, la colación de , mi casa, mi familia, mis tradiciones, mis recuerdos, las antiguas alegrías de mi alma.
Para un verdadero fumador, el cigarro es el primer amigo, el más sabroso manjar, el más fiel compañero de todos sus pesares y alegrías.
Así es que, al pensar en los años de mi infancia, paréceme que ahora vivo en otro mundo, pues de mi historia de niño y de agricultor, ya no me queda más que la dulce tristeza con que recuerdo alegrías tan inocentes, dichas tan puras, placeres tan benditos.
En todas las penas y alegrías de la casa era siempre el partícipe más sincero.
En el alma de Jacinta, no obstante, las alegrías no excluían un cierto miedo, que a veces era terror.
Los verdaderamente unidos no existían más que en su pensamiento, y tenía que encender y avivar este, como una fragua, para forjarse las alegrías verdaderas de la maternidad.
Si esta pasión de madre daba a Barbarita inefables alegrías, también era causa de zozobras y cavilaciones.
Aquella noche se hicieron generales alegrías en Lóndres por su buen suceso.
Y, cuando todo esto falte, tu misma conciencia no ha de faltar de dar voces callando en mitad de tus alegrías, volviendo por esta verdad que te he dicho y turbando tus mejores gustos y contentos.
Mira no me engañes, ni quieras con falsas alegrías alegrar mis verdaderas tristezas.

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