Ejemplos con alegría

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Con su llorosa alegría me ofreció dos escogidas naranjas, finas, pesadas, redondas.
En la paz brillante, se oye el hervor de la olla que cuece en el campo, la brama de la dehesa, la alegría del viento del mar en la maraña de los eucaliptos.
¡Qué ilusión cuando entró en el corral por vez primera, Platero! Era marismeño y con él venía a mí un cúmulo de fuerza, de vivacidad, de alegría.
Españolay española del sur, de la Andalucía melancólica y riente, que es una Castilla más suave y refinada, más amanerada y elegantees la poesía de Juan Ramón Jiménez: andaluza es su tristeza nativa, su alegría dolorosa, su dejadez y abandono, su reconcentramiento altivo, su sobriedad de gesto y abundancia de expresión, su suprema distinción y elegancia inexplicables e inconfundibles.
Esto entendido, calculen ustedes su asombro y descomunal alegría cuando don Simón las sorprendió con el periódico en el cual se estampaban los dos sueltos que conocemos, y con la noticia de que el autor de ellos era un elegante joven con sus barruntos de embajador.
El señor Pereda, por lo mismo que siente mucho y bien, es enemigo jurado de la sensiblería, pero cuando llega a situaciones patéticas, encuentra para el dolor o la alegría la expresión natural y no rebuscada, y conmueve más que otros novelistas serios y estirados, por lo mismo que no se esperan tales ternuras en un autor de continuo alegre y jacarandoso.
Y cuando estas tempestades no son metafóricas, cuando real y verdaderamente despliega el mar todas sus furias, y no por excepción, sino constante y diariamente, va educando el mar en los pueblos que le ciñen y sin cesar le hostigan y provocan a desafío, una raza tan entera, tan indomable y tan bravía como los mismos huracanes, cuyo rugido acaricia su sueño, tan áspera como las puntas de la costa, sin cesar invadidas, salpicadas y agrietadas por la deshecha espuma, tan amarga y tan acentuadamente salina en la voz y en los ademanes, como que la comunicaron su penetrante acritud las ondas mismas, tan avezada a mirar la muerte de frente, que ni cabe en su ánimo el temor pueril, ni la alegría insensata, ni el fácil y liviano contentamiento, sino una cierta melancolía resignada, un cierto modo grave, llano y sereno de mirar las cosas de la vida como si fuese palestra continua, en que el brazo se fortifica y se dilata el pecho, y la batalla se acepta cuando viene, sin provocarla estérilmente.
Los que hayan leído , , y aquellos incomparables cuadros cortos de las dos series de las , entre los cuales sobresale el no bastante conocido de , aquí encontrarán, sin que el autor se repita, el mismo mundo de alegría franca, de plácida honradez, de salud rústica, con que ya están familiarizados.
¡Acabaras, con dos mil demonios!exclamó Juana en un desahogo de insensata alegría.
¡Lo mismo que yo te he dicho tantas veces!exclamó, retozándole la alegría en el semblante.
¡Soltero también!exclamó don Simón sin poder disimular su alegría.
Hasta el mismo punto de morir no perdió la alegría ni el desparpajo.
¡Gócese usted en su alegría satánica! Está usted condenada sin remisión.
Xuantipa, con alegría diabólica en el semblante, dió libertad a la hiel que tenía almacenada:.
Pasaba entonces de los cuarenta, ya lo creo, lo que se dice una jamona, antes fea que guapa, para ser sincero, pero con un no sé qué de alegría, desenvoltura y buena gracia, más atractivo que la misma belleza.
En las risotadas del abundante y rubicundo señor Colignon, especie de rebase , Belarmino adivinaba una amable cualidad personal, o acaso cualidad de raza: la de admirar con alegría.
¿Y qué? ¿Se ha enfadado el vencedor de los Titanes? Los Dioses toman el néctar: por consiguiente, puede cualquiera expresar su alegría de la manera como le plazca, pero ya veo que mi discípulo te ha ofendido y tomas por pretexto .
Chillaba la garrucha del pozo, saltaba ladrando de alegría junto a sus faldas el feo perrucho que pasaba la noche fuera de la barraca, y Roseta, a la luz de las últimas estrellas, echábase en cara y manos todo un cubo de agua fría sacada de aquel agujero redondo y lóbrego, coronado en su parte alta por espesos manojos de hiedra.
Locos de alegría al verle y al oir sus palabras, no se fijaban en su cara manchada de barro, en sus pies descalzos, en la ropa sucia y chorreando fango.
Y cuando, finalmente, aparecía Batiste, gritaban los pequeños de alegría, sonreía Teresa limpiándose los ojos, salía la hija a abrazar al , y hasta el perro saltaba junto a él, husmeándolo con inquietud, como si olfatease en su persona el peligro que acababa de arrostrar.
Los admiradores de le hacían repetir el procedimiento de que se valía todos los años para no pagar a la dueña de sus tierras, y lo celebraban con grandes risotadas, con estremecimientos de maligna alegría, como esclavos que se regocijan con las desgracias de su señor.
La reconcentrada y silenciosa alegría de la madre notábase también en Batiste.
También la abundancia había hecho renacer la alegría en la barraca de Batiste.
Todo era alegría y trabajo gozoso.
La tierra cantaba de alegría con un goloso glu-glu que les llegaba al corazón a todos ellos.
Batiste, dándose cuenta de su situación, calló asustado por haber incurrido en multa, mientras sonaban al otro lado de la verja las risas y los aullidos de alegría de sus contrarios.
Y con la alegría del que después de una penosa navegación descubre el puerto, la familia procedió a la siembra.
No tenía mas que un deseo: que las chicas ignorasen sus preocupaciones, que nadie se diese cuenta en la casa de los apuros y tristezas del padre, que no se turbase la santa alegría de aquella vivienda, animada a todas horas por las risas y las canciones de las cuatro hermanas, cuya edad sólo se diferenciaba de un año.
En los rojizos surcos saltaban las alondras con la alegría de vivir un día más, y los traviesos gorriones, posándose en las ventanas todavía cerradas, picoteaban las maderas, diciendo a los de adentro con su chillido de vagabundos acostumbrados a vivir : ¡Arriba, perezosos! ¡A trabajar la tierra, para que comamos nosotros!.
Su semblante no expresaba alegría ni pesadumbre.

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