Ejemplos con ahogo

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Aunque sean populares los expertos de la seguridad acuática no los recomiendan por que no previenen el ahogo ni garantizan la flotación o aprendizaje apropiado de natación.
Con la prisa y el ahogo y atender a que sirviesen bien los chocolates y la pena de dejar al pobre papá, y de verle tan alicaído y también.
Y ahora, de pronto, me veo hecho un trapo, y me ahogo, señor, las piernas no pueden tenerme y me faltan fuerzas para ir de un rincón a otro.
Entre San Antonio y San Juan, libres ya los muchachos del ahogo de sus exámenes, partirían alegres para Peralvillo.
Parece que me falta la respiración, que me ahogo y que las piernas me flaquean.
Se alejó, pero no había dado diez pasos cuando sintió en su corazón el golpetazo de la piedad, en su garganta el ahogo de la conciencia que se rebela contra el egoísmo, y volvió hacia la mujer, que arrimada al muro, lloraba sin consuelo.
Anda pichón, dime todo lo que has hecho, y si mientes te ahogo.
Burro, ¡mira que tener frío junto a mí!Y en seguida, con pérfida premeditación, añadió: ¡Vaya una fogata que has ! Me ahogo yo me quito la esclavina, y si quieres creerme, desabotónate el chaleco, que luego, en la calle, te hielas.
Las tres mujeres la miraban con pena, lamentándose de no saber aliviarle aquel ahogo Bebe un poco de agua le dijo Fortunata incorporándose.
Al distinguir el motor de noria que se destacaba sobre la casa de las Micaelas, no pudo reprimir un ahogo de pena que le hizo sollozar.
Nucha respiró de nuevo, llevándose la diestra a la garganta, que sin duda le oprimía el consabido ahogo.
Me ahogo, y deseo huir de este sitio.
-Contéstale tú, Segarra, que yo me he acalorado y estoy fatal del ahogo -dijo Cerezuelo.
Todos fueron de parecer que se quedase en el aduar, solo Preciosa tuvo el contrario: y la abuela dijo que ella no podia ir a Sevilla ni a sus contornos, a causa que los años pasados habia hecho una burla en Sevilla a un gorrero llamado Triguillos, muy conocido en ella, al cual le habia hecho meter en una tinaja de agua hasta el cuello, desnudo en carnes, y en la cabeza puesta una corona de cipres esperando el filo de la media noche, para salir de la tinaja a cavar y sacar un gran tesoro que ella le habia hecho creer que estaba en cierta parte de su casa: dijo que como oyó el buen gorrero tocar a maitines, por no perder la coyuntura se dió tanta priesa a salir de la tinaja, que dió con ella y con él en el suelo, y con el golpe y con los cascos se magulló las carnes, derramándose el agua, y él quedó nadando en ella y dando voces, que se anegaba: acudieron al momento su mujer y sus vecinos con luces, y halláronle haciendo efectos de nadador, soplando y arrastrando la barriga por el suelo, y meneando los brazos y las piernas con mucha priesa, y diciendo a grandes voces: Socorro, señores, que me ahogo, tal le tenia el miedo, que verdaderamente pensó que se ahogaba: abrazáronse con él, sacáronle de aquel peligro, volvió en sí, contó la burla de la jitana, y con todo eso cavó en la parte señalada mas de un estado en hondo, a pesar de todos cuantos le decian que era embuste mio, y si no se lo estorbara un vecino suyo, que tocaba ya en los cimientos de su casa, él diera con entrambas en el suelo, si le dejaran cavar todo cuanto él quisiera: súpose este cuento por toda la ciudad, y hasta los muchachos le señalaban con el dedo, y contaban su credulidad y mi embuste.
Grandes y populosas ciudades como Buenos Aires, con todos los placeres y halagos de la civilización, teatros, jardines, paseos, palacios, templos, escuelas, museos, vías férreas, una agitación vertiginosa -en medio de unas calles estrechas, fangosas, sucias, fétidas, que no permiten ver el horizonte, ni el cielo limpio y puro, sembrado de estrellas relucientes, en las que yo me ahogo, echando de menos mi caballo.
Acudieron su mujer y sus vecinos con luces, y halláronle haciendo efectos de nadador, soplando y arrastrando la barriga por el suelo, y meneando brazos y piernas con mucha priesa, y diciendo a grandes voces: ''¡Socorro, señores, que me ahogo!'', tal le tenía el miedo, que verdaderamente pensó que se ahogaba.
Desde que el mozo se convenció de que en su padre no había lo que él necesitaba para salir del ahogo, todo lo esperaba del aislamiento y de la meditación.
-¡Basta, basta, basta de sangre! ¡Me ahogo! ¡Aire! ¡Me sube hasta la boca! ¡Puah! ¡Agua, agua pura y limpia, por compasión! ¡Agua!.
me ahogo.
Una mañana, el ahogo de la señora fue más largo, o las fuerzas se hallaban más agotadas tal vez.
«No le dolía nada, lo que se llama doler, pero tenía grandes insomnios, y a ratos grandes tristezas, y de repente ansias infinitas, no sabía de qué, y la angustia de un ahogo, la habitación en que estaba, la casa entera le parecían estrechas, como tumbas, como cuevas de grillos, y anhelaba salir volando por los balcones y escapar muy lejos, beber mucho aire y empaparse en mucha luz.
De mí no hablo, porque ya veo que me tienes en cuenta de perro: ¿no ves que aquí me ahogo? a la mejor se la doy, en una sola pieza, y con los olores de la letrina que me dan dolor de cabeza todos los días: ¡bonita vida la mía! podías aprender del boticario, que siendo la botica grande, alquila casa a la vuelta.

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