Ejemplos con agradable

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Confieso que la unánime y entusiasta aprobación, diré mejor, la alabanza sin restricciones que ha coronado a , ha sido para mí, como para su autor, una verdadera aunque agradable sorpresa.
Sumido en tales meditaciones, paseábase una tarde en el salón de conferencias, solo y cabizbajo, cuando se le acercó un mozo de lustrosas patillas y retorcido bigote, agradable de rostro y pulcramente vestido, diciéndole con la mayor solemnidad:.
Pues parece a veces que estás tristona, monísima y no sé de qué, porque estás precisamente en lo más bonito de la luna de miel ¡Cáspita! ¡Quién como tú! Miranda es muy agradable, tiene tan buen trato, se presenta tan bien.
Si había de ponerse agradable, de decirle algo a la pobre chica le soltó una filípica como para ella sola, para ella sola, porque no se había vuelto a Miranda de Ebro, de Ebro, a cuidarle la pata desencolada También sólo a él se le ocurre desmayarse por una torcedura, y no telegrafiar a su mujer avisándola.
Un calor muy agradable, al contrario.
Guióme entonces el cura a un pequeño comedor, en el que también ardía un agradable fuego, y allí nos acompañó al preceptor y a mí mientras que tomábamos una merienda frugal, pues no quise privarme del placer de hacer los honores a la tradicional cena de Navidad.
Los alimentos se reducían a tortillas de maíz, frijol, carne y queso, lo bastante para no morirse de hambre, y aun para vivir con salud, pero no para hacer más agradable la vida con algunas comodidades tan útiles como inocentes.
En fin, con no promover disputas políticas, me evitaré cualquier disgusto y pasaré una noche agradable.
Su estilo festivo y su acento agradable suenan a mis oidos cual la sonora fuente que brota en la entrada de mi gruta umbría.
Crea usted que nada tiene de agradable vivir una existencia de apocamiento y monotonía, sin otra gloria que fusilar al obrero que protesta o al pueblo que se queja.
El sacerdote avaro y despótico bajaba los ojos ante ellos y sonreía con el deseo de ser agradable.
Fué para ella un incidente sin importancia, un encuentro agradable, que la había quitado el miedo, nada más.
La masa de cañas, estremecida por el vientecillo de la noche, lanzaba un quejido lúgubre, parecía olerse la traición en este lugar, tan fresco y agradable durante las horas de sol.
Doña Luz enmudeció: no acertó a decir palabra alguna, pero en su rostro, donde no cabía el disimulo y donde se reflejaban todos sus sentimientos, se pintaban el júbilo, la emoción afectuosa y la agradable sorpresa.
El amor, por el cual ella había sacrificado tanto, honra, reposo y bienestar, sólo había sido para el Marqués un episodio, una aventura, un lance más o menos agradable o divertido, entre los muchos de su vida.
Y, por el contrario, todos o casi todos los que consumen su discreción en hacer su negocio, son insufribles de tontos o de zafios hasta que le hacen, si bien, luego que le han hecho, vuelven a brillar con su discreción en los discursos y conversaciones, o bien porque ya no tienen que emplearla en lo útil y la derivan hacia lo agradable, o bien por el prestigio seductor de que los circundan su éxito y su buena fortuna.
Pero la víspera de San José, impulsadas por la curiosidad, se asomaron al balcón muy temprano y experimentaron una agradable sorpresa, pese a su anterior indiferencia de muchachas distinguidas.
Me apresuré a contestarle que el señor Fernández me trataba muy bien, que toda la familia me distinguía con su afecto, que el trabajo era ligero y agradable, y que tenía yo un sueldo muy bueno, como nunca pensé alcanzarle, como jamás le soñé.
Puede que el año neófito encierre algo más agradable que lo conocido hasta aquí.
Tengo la seguridad de que, yéndome, no me privo absolutamente de nada agradable.
Ballester, atento a serle agradable, mandó a Encarnación por la leche, y Guillermina se despidió para retirarse en el momento en que entraba Plácido, que había subido presuroso y lleno de oficiosidad a ponerse a sus órdenes.
Pasé un rato muy agradable, en un estado de tranquilidad que me ha hecho mucho bien.
Evaristo, que casi todas las noches le hacía la misma pregunta, no por fiscalizar sus actos, sino porque de aquella interrogación salía casi siempre una plática agradable.
Su fisonomía no era agradable, distinguiéndose por lo peluda, como antes se indicó.
Su tez finísima y sus ojos que despedían alegría y sentimiento componían un rostro sumamente agradable.
Digo, pues, que, por estos y otros muchos respetos, es digno nuestro gallardo Quijote de continuas y memorables alabanzas, y aun a mí no se me deben negar, por el trabajo y diligencia que puse en buscar el fin desta agradable historia, aunque bien sé que si el cielo, el caso y la fortuna no me ayudan, el mundo quedará falto y sin el pasatiempo y gusto que bien casi dos horas podrá tener el que con atención la leyere.
¡Oh vosotros, quienquiera que seáis, rústicos dioses que en este inhabitable lugar tenéis vuestra morada, oíd las quejas deste desdichado amante, a quien una luenga ausencia y unos imaginados celos han traído a lamentarse entre estas asperezas, y a quejarse de la dura condición de aquella ingrata y bella, término y fin de toda humana hermosura! ¡Oh vosotras, napeas y dríadas, que tenéis por costumbre de habitar en las espesuras de los montes, así los ligeros y lascivos sátiros, de quien sois, aunque en vano, amadas, no perturben jamás vuestro dulce sosiego, que me ayudéis a lamentar mi desventura, o, a lo menos, no os canséis de oílla! ¡Oh Dulcinea del Toboso, día de mi noche, gloria de mi pena, norte de mis caminos, estrella de mi ventura, así el cielo te la dé buena en cuanto acertares a pedirle, que consideres el lugar y el estado a que tu ausencia me ha conducido, y que con buen término correspondas al que a mi fe se le debe! ¡Oh solitarios árboles, que desde hoy en adelante habéis de hacer compañía a mi soledad, dad indicio, con el blando movimiento de vuestras ramas, que no os desagrade mi presencia! ¡Oh tú, escudero mío, agradable compañero en más prósperos y adversos sucesos, toma bien en la memoria lo que aquí me verás hacer, para que lo cuentes y recetes a la causa total de todo ello!.
Entróse Sancho por aquellas quebradas de la sierra, dejando a los dos en una por donde corría un pequeño y manso arroyo, a quien hacían sombra agradable y fresca otras peñas y algunos árboles que por allí estaban.
El calor, y el día que allí llegaron, era de los del mes de agosto, que por aquellas partes suele ser el ardor muy grande, la hora, las tres de la tarde: todo lo cual hacía al sitio más agradable, y que convidase a que en él esperasen la vuelta de Sancho, como lo hicieron.
¡Ay, desdichada, y cuán más agradable compañía harán estos riscos y malezas a mi intención, pues me darán lugar para que con quejas comunique mi desgracia al cielo, que no la de ningún hombre humano, pues no hay ninguno en la tierra de quien se pueda esperar consejo en las dudas, alivio en las quejas, ni remedio en los males!.

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