Ejemplos con afición

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Justamente, la única afición de Belarmino al arte zapateril consistía en restaurar calzado viejo, cuanto más viejo mejor, y con unos miserables despojos crear un par flamante.
Respondiendo a los deseos del conde, mi abuelo optó por la carrera eclesiástica, en la cual, dado su natural despejo, mi padre llegaría, probablemente, a cardenal, pero mi padre no sentía afición a los cánones, y, sobre todo, el conde, que alardeaba de volteriano, dijo en seco que no.
En el segundo se dedicó, por extraordinario, a hacer ligeros préstamos, bien garantidos, a un interés variable, según las personas y las circunstancias: entre una peseta por duro a la semana, si el menesteroso era jugador de afición bien puesta, y treinta por ciento al año, si era establecido convenientemente.
Sentía, sin embargo, dentro de sí mismo, aunque muy poco pronunciada, una afición especial: la política, y el temor de perderla de vista, era lo único que le hacía poco placentero el recuerdo de su pueblo.
Por su afición a cierta clase de escenas populares, ricas de vida y colorido, hanle llamado algunos.
Yo tenía afición a los idiomas.
¡Jesús con el señorío, y qué afición a los pantalones!.
Era una afición pareja a su vocación filosófica.
No tengo más que un pecado ¡Uno sólo que llena toda mi vida! He sido el verdugo de aquella santa con la impiedad, con la crueldad de un centurión romano en los tiempos del emperador Nerón Un pecado de todos los días, de todas las horas, de todos los momentos No tengo otro pecado que confesar La afición a las mujeres y al vino, y al juego, eso nace con el hombre Pecado grande es haber sido verdugo de un alma y haber puesto en ella garfios encendidos en las hogueras del Infierno.
Soy como el ebrio y el jugador, que, obsesionados por su afición, nada sienten ante la mujer.
Pero puedo morir mañana, y ¡figúrate qué magnífico bocado será la pobre Visita con sus millones, sola, y con esa afición a la vida religiosa, que otros más listos pueden explotar! Yo he visto mucho, soy de la clase y estoy en el secreto.
¡A él qué! Casi deseaba que lo echasen de aquella cueva , para dedicarse a su afición favorita, volviendo a la plaza de Toros sin protesta de la familia.
¡Qué explosión de cólera la de don Joaquín! Lo que más le irritaba era la afición de los muchachos a llamarse por los apodos de sus padres y aun a fabricarlos nuevos.
La afición de doña Luz no se diferenciaba a sus ojos de la que le tuvieron estos o aquellos neófitos indios, chinos o anamitas, salvo en ser la afición de doña Luz más de estimar por la excelencia de la persona que la sentía, en quien el Padre hallaba un sin número de brillantes calidades: un espíritu cultivadísimo y capaz de elevarse a las esferas más encumbradas del pensamiento y un corazón lleno de afectos tiernos, nobles y puros.
Por tal arte fueron creciendo la afición de doña Luz al trato del P.
Tomaron Pepe Güeto y doña Manolita tal afición a los denuestos, improperios y pendencias, que cada día las armaban tres o cuatro veces.
No la impulsaba a este estudio la mera afición especulativa a la crítica literaria, sino un caso práctico, que hacía poco más de dos meses que se había presentado y que le interesaba bastante.
Un rugido de entusiasmo saludó el principio de la , diversión favorita de un pueblo que ha heredado de los moros la afición a correr la pólvora.
La afición meridional al estruendo, el instinto de raza, ansioso de correr la pólvora, revelábase en el inmenso corro, donde se contaban las escopetas a centenares y el tirador de chaqué disparaba junto al aficionado de blusa.
Aquello debía ser hereditario: la afición de sus antecesores los montañeses de Aragón a las hembras fornidas, duras, oliendo a bestia bravía y con las manazas agrietadas por el esparto y la tierra de fregar.
La afición de don Juan a visitar almonedas, comprándolo todo con tal que fuese barato, había convertido su casa en una prendería.
Leía mucho, y aunque joven, y al parecer ligero, tenía grande afición a los estudios serios, gustaba de las ciencias eclesiásticas, y siempre andaba a vueltas con la Moral y la Teología.
Perdió bruscamente la afición a aquellas furiosas broncas oratorias por un más o un menos en cualquier punto de Filosofía o de Historia, empezó a creer ridículos los sofocones que se había tomado por probar que , contra la opinión de Gustavito Tellería, el cual sostenía, dando puñetazos sobre la mesa, que lo era.
Y después, cuando el despejo de su cerebro le hacía dueño de todas sus triquiñuelas de hombre leído y mundano, no volvió a salir de sus labios ni un solo vocablo soez, ni una sola espontaneidad de aquellas que existían dentro de él, como existen los trapos de colorines en algún rincón de la casa del que ha sido cómico, aunque sólo lo haya sido de afición.
Doña Lupe por pura afición que le infundió Torquemada, y sin sobrino y sin necesidades habría hecho lo mismo.
Pero hay esa afición tranquila, que puede ser principio de una amistad constante, de ese afecto puro, honesto y reposado que hace la felicidad de los matrimonios.
Las labores delicadas, como costura y bordados, de que había taller en la casa, eran las que menos agradaban a Fortunata, que tenía poca afición a los primores de aguja y los dedos muy torpes.
¡Un hogar honrado y tranquilo! ¡Si era lo que ella había deseado toda su vida! ¡Si jamás tuvo afición al lujo ni a la vida de aparato y perdición! ¡Si su gusto fue siempre la oscuridad y la paz, y su maldito destino la llevaba a la publicidad y a la inquietud! ¡Si ella había soñado siempre con verse rodeada de un corro chiquito de personas queridas, y vivir como Dios manda, queriendo bien a los suyos y bien querida de ellos, pasando la vida sin afanes! ¡Si fue lanzada a la vida mala por despecho y contra su voluntad, y no le gustaba, no señor, no le gustaba! Después de pensar mucho en esto hizo examen de conciencia, y se preguntó qué había obtenido de la religión en aquella casa.
Y no era sólo la pena de ver desaparecer para siempre a una persona hacia la cual sentía amor, afición, querencia increíble, era además una necesidad de desahogar su corazón por penas atrasadas y que sin duda no estaban bien lloradas todavía.
Juan Tafetán era su afición a las muchachas guapas.

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