Ejemplos con afanaba

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Como en los incendios y naufragios, cada cual se afanaba por salvar su propia pelleja sin cuidarse de la del vecino.
Diógenes no se dio cuenta de haber recibido la extremaunción, y tranquilo en parte por la respuesta del fondista comenzaron a abrirse paso otros pensamientos entre las espesas nieblas que envolvían su mente Mas un sopor pesadísimo, un letargo profundo, que tenía ya dejos de la muerte, avasallaba a veces todo su ser y esparcía acá y allá aquellas ideas que se afanaba por coordinar, apareciendo estas entonces como imperceptibles puntos luminosos flotando en una inmensa bruma, alejándose lentamente, apagándose poco a poco todos ellos hasta quedar uno solo, que ora se le presentaba desconsolador como la candela de la agonía, ora triste como el cirio que arde ante un muerto, ora terrible como un resplandor de las llamas del infierno: ¡era la idea de morir, acompañada y rodeada de la incertidumbre de lo eterno!.
Acisclo, el cual, mientras más esperanzas tenía, más se afanaba y desvelaba porque no se frustrasen.
Se afanaba en mimarme, se complacía en satisfacer el menor de mis caprichos, y no sabía qué inventar para tenerme contento.
La señora había dado orden para que la merienda estuviera lista, y Visanteta se afanaba, yendo de un lado a otro y enviando sus amigas al jardín para que la dejasen en libertad.
Quería mucho a su sobrino y se afanaba porque nada le faltara.
Se afanaba por todo, exagerando las dificultades.
Dábale él lo poco que tenía, y ella afanaba por su lado para ir viviendo, un día con estrecheces, otro con rumbo y siempre con la mayor despreocupación.
Como en los incendios y naufragios, cada cual se afanaba por salvar su propia pelleja sin cuidarse de la del vecino.
En vano Guillermo se afanaba por despertar confianza recordando sus visitas anteriores.
Pronto volvía la fe, que se afanaba en conservar y hasta fortificar -con el terror de quedarse a obscuras y abandonada si la perdía- volvía a desmoronar aquella torrecilla del orgulloso racionalismo, retoño impuro que renacía mil veces en aquel espíritu educado lejos de una saludable disciplina religiosa.
Si bien Manuel se afanaba por tranquilizar a las mujeres, le faltaban palabras y elocuencia.
Ya aquello mismo que le decía su amigo había empezado él a sospecharlo en el momento de la despedida, en aquel momento en que mientras él se afanaba en dominar su tremenda congoja, Dolores se pasaba el pico del delantal por los ojos, no humedecidos por una lágrima siquiera.
Llevábala a muchas partes consigo, y se afanaba y desvivía para hacer cuanto antes, con la debida solemnidad, su presentación en «el mundo».
Así es que convencido un Ateniense de lo difícil que era en este punto la apología, por más que se desease, finge que Egeo a la voz de la vuelta de la nave subió apresuradamente al alcázar con el ansia de verla, y yéndosele los pies se precipitó, como si hubiese estado tan falto de sirvientes, o no le hubiesen podido seguir, cuando así se afanaba, en su ida hacia el mar.
Mas lo que sobre todo le atraía era lo brillante de la acción: pues cuando los Lacedemonios habían enviado a Dionisio, el tirano de Sicilia, generales y gobernadores, y cuando los Atenienses recibían sueldo del mismo Alejandro y le habían puesto una estatua de bronce como a bienhechor, entonces mismo se afanaba él y aspiraba al honor de hacer ver a los Griegos que solos los de Tebas hacían la guerra a los tiranos y quebrantaban en la Grecia los poderíos violentos e injustos.
Hasta aquí, parece que la fortuna había militado con Luculo en sus banderas, pero ya desde este punto, como aquel a quien le falta el viento, encontrando oposición en todo cuanto intentaba, aunque mostró siempre el valor y magnanimidad de un gran general, sus hechos no encontraron ni aprecio ni gloria, y aun estuvo en muy poco el que no perdiese la antes adquirida, por más que trabajaba y se afanaba en vano, de lo que no fue él mismo pequeña causa, por no ser condescendiente con la soldadesca, y por creer que todo lo que se hace en obsequio de los súbditos es ya un principio de desprecio y una relajación de la disciplina, aunque lo principal era no tener un carácter blando, ni aun para los poderosos e iguales, sino que a todos los miraba con ceño, no creyendo que nadie valía tanto como él.
Como había pensado lord de Winter, la herida de Milady no era peligrosa, por eso, cuando se encontró sola con la mujer que el barón se había hecho llamar y que se afanaba en desnudarla, volvió a abrir los ojos.
Olvidaba decirte que hasta entonces no había conseguido hacerme amar por Roberto, pero eso no me afanaba, pues estaba segura de hallar una oportunidad: la conquista del amor de un hombre es tan fácil cuando se tienen atractivos.
Y bien lo sabía don Serapio, según se afanaba hasta pasar en vida el purgatorio, no solamente por sostener derecha su fortuna, sino porque ni por dentro ni por fuera de su casa se vieran los puntales y el revoque con que aguantaba los desplomes y tapaba las rendijas.
Mientras se afanaba, el rostro contra la tierra, secando la losa, sus lágrimas corrían y caían, mezclándose con el óleo derramado.
Mi madre también era feliz al ver el esmero que yo ponía en agradarla, al paso que lisonjeado con la idea de que llegaría el día en que pudiese recompensar de algún modo sus bondades y cariños, proporcionándole una vejez cómoda y tranquila, yo me afanaba en enriquecer mi inteligencia correspondiendo a sus deseos para poder entrar a desempeñar con suceso en la sociedad los deberes de hombre.
En las tibias y hermosas tardes, más cortas cada día, mientras el gran Cubas se afanaba en su taller, y la mestra dirigía con infatigable diligencia los preparativos de la próxima vendimia, las niñas y yo recorríamos toda la hacienda para coger la fruta madura.
Mi soledad se hizo mayor, porque ya la gente se había cansado algo de divertirse conmigo y yo no me afanaba tanto en entretenerla.
Juan Fresco preveía, allá en su interior, que aquellas cosas, que harto bien iba él trasluciendo, no podían tener término muy dichoso: pero no les hallaba remedio y se afanaba por retardar el mal cuanto fuese posible, procurando consolarse ya de él como si hubiera sucedido.
¡Cuántos momentos agradables me hicieron pasar! La caja de soldados de madera que tanto me duraron, los autos de carreras con los que me afanaba en ganarles a mis amigos cuando jugábamos a las diez mil millas que no pasaban de cinco metros, pero que a nosotros divertían como nadie.
buscando se afanaba, el que en el templo.
Y sumergido en tales sentimientos se afanaba en su labor, y nada dejaba de hacer con gusto, con cuidado, con empeño.
Pero ¡qué donosa estaba y qué linda, con su revoltijo de cabellos castaños sombreándole la cara juvenil, tersa y sonrosada, hablando por sus ojos azules, de largas pestañas, tanto como por su boquita de labios rojos sobre los dientes más blancos y apretados que yo he visto en mi vida, mientras se afanaba por cubrir con las antes recogidas mangas de su vestido, y debajo de los flecos y sobrantes del espeso chal con que se envolvía el gracioso busto, sus rollizos brazos, salpicados aún por leves costras, lo mismo que las manos pequeñuelas y rechonchas, de la masa de «pan de trigo» que acababan de «sobar»!.

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