Ejemplos con adormecida

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Su trayectoria, prácticamente olvidada por una generación adormecida por la mal llamada salsa romántica, fue rescatada por la comunidad homosexual hispana y la inclusión de varios temas suyos en películas de renombre.
El castillo del Barón Bomburst había sido utilizado anteriormente como modelo para los castillos que aparecen en los filmes de animación Cinderela y La Bella Adormecida.
Pero ¿Qué pasaría si esta tragedia volviera a suceder ahora que la isla esta desarrollada? Las consecuencias serian desastrosas y Mega Desastres por medio de imágenes computarizadas te muestra la furia adormecida de estas montañas de fuego.
Algunos o muchos después, la realidad busca a Kafka y regala fiebres y migrañas y letras de automóvil y tal vez algún quebranto en lo político, pero cuando el azar te regala una portada de un disco de Fausto Papetti se renueva el caudal de afectos, la sensibilidad adormecida y desaparece de cuajo la angustia existencial, el peso formidable de la injusticia que te impide conciliar el júbilo familiar y eso tan vago que consiste en la armonía del cosmos.
Si no fuera por el testimonio irrecusable de ese par de botas, tan mías y tan ajenas a mí como las excrecencias callosas de mis pies, si no fuera por ese hecho flagrante que me pone en contacto con la realidad objetiva, creería que lo visto y oído eran entelequias de mi razón adormecida y ofuscada.
Pero con una guedeja de su largo cabello procuraba ocultar la falta del pabellón auditivo, siempre que, abusando de la adormecida fiereza de la generala, se atrevía a visitar a ciertas señoras admiradoras de su heroísmo.
Por fin se abría paso la desesperación, adormecida toda la tarde, engañada por los momentos de olvido voluptuoso.
Aresti veía en su sobrina la niña rica de las familias de su tierra, educada primero por las monjas y dirigida después por el confesor hasta en los hechos más pequeños de su existencia, con la voluntad adormecida, y considerando como un pecado, el más leve intento de iniciativa propia.
Estas tardes de comunión artística en aquel rincón de la catedral adormecida ligaban a los dos hombres con un afecto creciente.
Perniciosa melancolía, nacida tal vez en mi alma cuando viví lejos de mi familia, condenado a las soledades de un colegio, cuyos claustros vetustos entenebrecieron mi espíritu, melancolía que me arrastra a los campos y a la espesura de los bosques, para extasiarme largas horas ante el espectáculo deslumbrador, a orillas de laguna adormecida, escondido entre los juncos, o para abismarme en la contemplación de una flor desconocida, modesta y rústica beldad.
Todos mis proyectos vinieron a tierra, la pasión adormecida se despertó anhelante, y la imagen de Linilla, presente hasta ese momento en mi memoria, se desvaneció de pronto en las tinieblas del olvido.
Aun brillaban en la Sierra los últimos reflejos del día, y mientras subían del valle los mil rumores de la naturaleza adormecida, las voces del río y el canto de los pájaros, me puse a contemplar el magnífico cuadro que tenía delante.
Sentíase muy bien aquella mañana, el espíritu confortado, la palpitación muy adormecida, el apetito despierto.
¿Cómo ha de aprender a evitarlo, si lo presentan a sus ojos con el encanto de lo prohibido por aliciente, con el incentivo de la curiosidad por guía y el aguijón de la edad por cómplice? Desengáñate, Tirso, no es este momento de que intentemos convencernos mutuamente, más no se le debe despertar la malicia a quien, como ella, la tiene adormecida, que sus impulsos no los sofoca luego nadie.
Cuando Juan, al oír el primer canto de los pájaros, se asomaba a la ventana y se detenía allí un momento contemplando aquella hermosa aureola con que coronaba el alba la cordillera de los altos montes que se extendía al Oriente del valle, cuando después, con la azada al hombro, se dirigía a las heredades, arrullado por el dulce e infinito concierto de cánticos que alzaban los pájaros en todas las enramadas, cuando aspiraba el dulcísimo perfume con que las flores y las plantas, húmedas con el rocío de la aurora, embalsamaban el ambiente, y cuando a la vaga y misteriosa luz del naciente día contemplaba el fondo y el conjunto del valle, donde nubecillas de humo que comenzaban a alzarse de los hogares, y balidos de ganado que iba al monte, y ruido de puertas y ventanas que se abrían, y chirridos de carretas que se ponían en movimiento, y cantares de muchachos que iban a coger el agua fresca y serena, anunciaban el despertar universal de la vida, adormecida un momento para descansar, cuando todo contemplaba y oía y aspiraba, ¡qué necesidad tenía su alma de poeta de oír ni entonar los cantos de Homero y Virgilio!.
Estaba muy entrada la noche, y la luna, en la mitad del cielo, parecía al mismo tiempo adormecida en el fondo del lago.
-Jesús, María y José -exclamó en aquel momento, apareciendo como por arte de magia en el umbral de la habitación, Joseíto el Perchelero, con una sonrisa picaresca en la boca sensual y juvenil y llenos de acariciadoras ternuras los ojos grandes, garzos y de expresión adormecida.
El sonido de su propia voz le hizo estremecer y, a pesar de esto, deseó casi que el eco recogiese y des­pertara de sus sueños a la ciudad adormecida.

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