Ejemplos con adocenados

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Creía que Fernanda era como las demás, y en esto se equivocó, poniéndose en el orden de los profesionales de amor más adocenados, conforme a la degeneración del tipo en el siglo XIX.
No era malo por carencia de sentido moral, como los adocenados criminales que pueblan diariamente los presidios y dan trabajo al verdugo, sino por un extravío que arrancaba de la exacerbación de sus violentas pasiones.
-¡Qué vil conducta la tuya! Has procedido como los ladrones, has procedido como los seductores adocenados.
Por todas partes se oye ahora maldecir de los poetas de poco vuelo, de los libros de poesías adocenados, obra de incautos imitadores, y hasta esos críticos o revisteros que tienen por todo criterio seguir la moda, y contra viento y marea quieren ser graciosos, ligeros y modernísimos, dicen mil chistes, siempre elegíacos, contra la pícara manía de escribir, en verso.
Respondimos a todo, y sacando el que parecía jefe de los demás un volumen membranáceo, leyó en él no sé qué índices o apuntaciones, y al acabar nos dio por respuesta -¡oh, respuesta amarga, más que las adelfas y el absintio póntico!- nos respondió que nosotros no estábamos reconocidos por sonoros elocuentes vates sino por copleros adocenados y misérrimos, que nuestras obras se habían examinado en el Parnaso y que todas ellas estaban destinadas al quemadero, que Apolo nos había maldecido solamente en pleno consistorio hasta unas cuatro docenas de veces, y que sería ofenderle el dar un solo paso adelante.
Encima de los cajones pendían cuadros de pintores adocenados, antiguos los más, y algunas copias no malas de artistas buenos.
Son innumerables los medios a que recurren todas las ciudades de Europa, que tienen tradiciones artísticas, para embellecer y para no caer en la monotonía y apocamiento de los pueblos adocenados, donde la vida, que ya es de por sí bastante triste, se hace angustiosa, insoportable e infecunda.
Y, por fin, Tolstóy, cuya juventud fue pródiga de admirables novelas y escritos, que le hicieron clasificar como escritor anarquista, en los últimos años escribió artículos adocenados que no firmaría un gacetillero vulgar, para extinguirse en una peregrinación mística que puso en ridículo las horas últimas de su vida física.
Su cerebración precaria tartamudea pensamientos adocenados, haciendo gala de simplezas que son la espuma inocente de su tontería.
su soberbia! Todo está hirviendo de monstruos adocenados, sin hallarse ya quien tenga.

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