Ejemplos con adocenado

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Incapaz, tal vez, de causar mal en conciencia, el daño estaba en que él no sabía cuando causaba mal, o en que, siendo la satisfacción de un deseo, él no veía en ella mal alguno, sino que toda hermosura, por serlo, le parecía de él, y en su propia belleza, la belleza funesta de un hombre perezoso y adocenado, veía como un título natural, título de león, sobre los bienes de la tierra, y el mayor de ellos, que son sus bellas criaturas.
Pero sobre todas las cosas de este mundo, el hombre adocenado odia la medida.
Un conquistador principiante o adocenado, hubiera incurrido en la inexperiencia de ir aquella misma noche al teatro de la villa en busca de la mujer asediada, para demostrarle su amor haciendo valer la presteza del viaje.
Encontrará usted a mi sobrino bastante adocenado.
-Gaspar es un muchachuelo vulgar, un joven adocenado -dijo expresándose con cierto desdén-.
-Soy un bruto -añadió-, soy cualquier cosa, un hombre adocenado, un ignorante, un palurdo, un soldadote, y me he casado con una princesa, con una maga, con una sibila.
Por eso traté de coparte, y adiviné tu movimiento, y me subí a los riscos de Rebollar, donde tú no habías subido jamás, y me dispuse a caer sobre ti y aniquilarte para que vieses cómo se burla esta águila poderosa de los cernícalos que te rodean, por eso llamé a los franceses en mi ayuda, y si no te cogimos fue porque los franceses no quisieron hacer lo que yo decía y me despreciaron, figurándose ¡oh, inmundas y rastreras lagartijas!, que era un traidor adocenado.
Claro que en el fondo el Pamphilus es el esquema, no sólo del episodio del Arcipreste, sino de la propia Celestina, pero lo es de un modo tan simple, tan pueril, tan adocenado, que casi da pena acordarse de él cuando se trata de tales obras.
o Lucas Gómez, es decir, para vulgarizar un personaje, para pintarle de un solo rasgo, como la esencia misma de lo ramplón, de lo adocenado, de lo paciente, de lo infeliz, de lo vulgar, ni tampoco esperen estos señores que tomando a cualquiera de ellos por mi cuenta le ponga a la orden del día, hasta que se le disputen de regazo en regazo las Horas y las Enriquetas, las Lauras y las Elisas de hogaño, no, por Dios.
No un perrillo negro de ojos encendidos como es menester que sean los perrillos en los cuentos fantásticos, sino un vil perro manchado de color, ni sucio ni limpio, ni trágico ni vulgar, un perro así, ordinario, adocenado, burgués, un perro sin trascendencia metafísica y sin sugerencias espirituales.
Tal pueblo sin historia, sin personalidad, se cambia en ciudad artística y se erige en metrópoli intelectual, tal otro, de brillante abolengo, cargado de viejos pergaminos, degenera en poblachón vulgar y adocenado, y en aquello como en esto no interviene nadie, porque intervienen todos.
El culto del gobernante adocenado, pero honesto, es propio de mercaderes que temen al malo, sin concebir al superior.
De todo esto se desprende que Federico Ruiz, astrónomo sin sustancia, debía de ser adocenado poeta.
En verdad esto sería imposible hasta al más adocenado escritor.
No puede decirse menos de un hombre que es, además, vulgar y adocenado de figura.
Cierta noche se estrenó un drama mío, era de esos en que se rompen moldes y se apura la paciencia del público adocenado, pero no tan malévolo como supone el autor.
-Pues ahí está el golpe: hágase usted un poco carretero, un poco cavador, un poco negociante, quiero decir, despréndase de aquello que más le separa espiritualmente del negociante adocenado, del cavador y del carretero, y verá usted cómo, poquito a poco, se va usted robusteciendo y entonando.
Las dos caían bien en su físico adocenado e insignificante.
No era tonto, pero la esclavitud de la moda le hacía parecer más adocenado de lo que acaso fuera.
¡Apenas un espíritu vulgar, un estudiante, ramplón y adocenado, y de esos que, bajo la capa artificiosa del estudio, disimulan su indigencia intelectual, plantas que se arrastran por el suelo sin lograr clavar sus raíces, vegetan y se secan sin dar fruto, parásitos de la ciencia, pobres diablos condenados a vivir recorriendo, ellos también, su dolorosa via crucis en las bancas de derecho o en las salas de hospital, para llegar en suma a merecer que les arrojen de lástima la deprimente limosna de un título usurpado de suficiencia!.
Oíd lo que dicen a sus amigas cuando se han sentado a su lado, y desafío al más sagaz a que me cite una muchacha que, al sentarse a descansar, se dé por satisfecha si sale de los brazos de un hombre vulgar y adocenado, por más que en el baile sea una peonza, y la prudencia misma en su comportamiento.

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