Ejemplos con acertara

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El acto segundo no pasó más felizmente que el primero, y por mi parte, ponía gran atención al diálogo, porque la verdad era, con perdón sea dicho del poeta mi amigo, que la comedia me parecía muy buena, sin que yo acertara a explicarme entonces en qué consistían sus bellezas.
Vivía en esta mesma tierra un cielo, donde puso el amor toda la gloria que yo acertara a desearme: tal es la hermosura de Luscinda, doncella tan noble y tan rica como yo, pero de más ventura y de menos firmeza de la que a mis honrados pensamientos se debía.
Luego volvía diciendo que, puesto que ella dijera que yo era su esposo, vieran ellos que no había hecho en escogerme tan mala elección, que no la disculparan, pues antes de ofrecérseles don Fernando no pudieran ellos mesmos acertar a desear, si con razón midiesen su deseo, otro mejor que yo para esposo de su hija, y que bien pudiera ella, antes de ponerse en el trance forzoso y último de dar la mano, decir que ya yo le había dado la mía, que yo viniera y concediera con todo cuanto ella acertara a fingir en este caso.
Que sopiesse, lo primero, que él non era muy mançebo et que por las muchas feridas que oviera en las lides que se acertara, quel’ enflaqueçiera tanto la cabeça que por poco vino que viviesse, quel’ fazié perder luego el entendimiento, et de que estava fuera de su seso, que se asañava tan fuerte que non catava lo que dizía, et que a las vegadas firía a los omnes en tal guisa, que se repentía.
Si me durara este propósito, acertara, mas ya empezaba en mi corazón a hacer suertes amor, alentando yo misma mi ingratitud, y más cuando supe, de allí a dos días, que don Manuel estaba con un accidente, que a los médicos había puesto en cuidado.
Si yo supiera lo que otras mujeres saben, si yo acertara a engañarle, prometiendo sin dar y embaucándole hasta rendirle.
Presumo yo que al llegar aquí quien estos apuntes acertara a leer, había de asombrarse de que pretenda yo, en estos tiempos en que la curiosidad necesita, para ser excitada, muchísima sal y pimienta, entretenerle con inocentadas que desdeñan los precoces galanes al uso, que se levantan la tapa de los sesos antes de apuntarles el bozo, y aunque pudiera disculparme con el ejemplo de tal cual relato novelesco contemporáneo, no mucho más interesante, reconozco humildemente la increpada delincuencia, y digo que incurro en ella arrastrado por mi inquebrantable propósito de apuntar aquí cuantos acontecimientos dejaron alguna impresión en el fondo de mi alma, como éste que voy refiriendo, no seguramente por su magnitud absoluta, sino por mi pequeñez y blandura en aquella edad y en medio de las condiciones apacibles y sosegadas de mi existencia.
Llegaba aquí el diálogo, y nosotros insensiblemente, ellos hablando y yo escuchando, llegábamos ya a las puertas del convento de Atocha, a este punto, fuéme imposible porque se entraron devotamente en él mis dos interlocutores, y yo volvíme hacia Madrid diciendo para mí: ¡He aquí los hombres de entonces! ¡He aquí los viejos materiales con que quieren hacerse casas nuevas! ¡He aquí, en fin, un artículo de costumbres mejor que todos los que yo acertara a hacer!.

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