Ejemplos con acerado

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En campo de plata, una cabeza de caballo al natural, cortada hasta el pecho y guarnecida de un petral acerado.
Para el tránsito de carros, estos se sacan por medio de un cable acerado conocido como sinfín, en el cual se enganchan, ya sea para entrar o sacar los carros de la galería de la mina.
Pero cuando lo que nace del seno del dolor es el anhelo varonil de la lucha para conquistar o recobrar el bien que él nos niega, entonces es un acerado acicate de la evolución, es el más poderoso impulso de la vida, no de otro modo que como el hastío, para Helvecio, llega a ser la mayor y más preciosa de todas las prerrogativas humanas, desde el momento en que, impidiendo enervarse nuestra sensibilidad en los adormecimientos del ocio, se convierte en el vigilante estímulo de la acción.
Sano y vigoroso, dotado de un temple acerado y de una naturaleza a prueba de inclemencias, no conocía el cansancio.
Pasaban los mártires con el rostro contraído por un gesto de fiero dolor, los místicos con los brazos extendidos y los ojos velados por el éxtasis de la felicidad, y tan pronto aparecía un santo con dorada mitra o rizada sobrepelliz, como lucía otro sobre su cabeza el acerado casco de guerrero.
Sobre las armas traía una sobrevista o casaca de una tela, al parecer, de oro finísimo, sembradas por ella muchas lunas pequeñas de resplandecientes espejos, que le hacían en grandísima manera galán y vistoso, volábanle sobre la celada grande cantidad de plumas verdes, amarillas y blancas, la lanza, que tenía arrimada a un árbol, era grandísima y gruesa, y de un hierro acerado de más de un palmo.
Tejidos y venas abriéronse bajo el acerado filo hasta la tráquea, la cabeza se alzó besando dos veces el suelo, y de la ancha desgarradura saltó en espeso chorro toda la sangre entre ronquidos.
»Pero Carita, al llegar junto a la tumba de Tlepolemo rechazó la muchedumbre con el acerado puñal y al ver que todos lloraban y se entregaban a profundos lamentos les dijo:—Renunciad a inoportunas lágrimas, dejad un dolor desproporcionado a mis virtudes.
Los guerreros de aquella hincaron en sus mismos pies el acerado cuento de las lanzas, mientras presentaban los de las otras la punta de las suyas por encima de la cabeza de sus compañeros, oponiendo de esta manera al vigoroso empuje de los aragoneses la misma defensa que el erizo a sus mortales enemigos.
De apuesto talle y de hermoso rostro, habría sido Juan Enríquez lo que se llama un buen mozo, a no inspirar desapego el acerado sarcasmo de sus palabras y la sonrisa glacial e irónica que vagaba por sus labios.
Necio fuera su empeño al oponer sus débiles flechas y macanas, al acerado peto, y al brazo poderoso y ejercitado de los vencedores de Boabdil.
Y con sola esta mudanza se libertó Lacedemonia de muchas especies de crímenes, porque ¿quién había de hurtar o dar en soborno, o trampear, o quitar de las manos una cosa que ni podía ocultarse, ni excitaba la codicia, ni había utilidad en deshacerla? Porque apagando, según se dice, en vinagre el hierro acerado hecho ascua, lo dejó endeble y de mal trabajar.
Quieres, viejo e imposibilitado como estás, aliarte conmigo que, gracias a la bondad del Hacedor, conservo intacto el empuje de mis alas, lo agudo de mi vista y lo acerado de mi pico: ¡No quieras hacer conmigo lo que hizo el gorrión!.
Más allá, el mar, acerado, brumoso, los barcos en grupos, el horizonte azul y lejano.
Nosotros, que felizmente no somos profundos inteligentes, gustamos de dejarnos arrebatar en materia de diversión por las impresiones agradables, sin presentarles el acerado escudo de una crítica rigorista donde se estrellen.
Pasó la noche más apriesa que nunca, porque había de seguirla el día de mis desdichas, para cuya mañana había determinado el médico, que doña Adriana, tomando un acerado xarabe, saliese a hacer exercicio por el campo, porque como no podía verse el mal del alma, juzgaba por la perdida color que eran opilaciones.
, hicieron que a la condesa le clavara el pícaro de Cupido un acerado dardo en mitad del corazón.

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