Ejemplos con abriendo

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Oye, túdijo al oído de la anterior, abriendo mucho los ojos y enarcando las cejas, una pequeñuela, muy nerviosa y asombradiza.
Muy señor míoañadía don Simón, quitándose los guantes, abriendo las solapas y dando un cigarro al campesino, para lucir tres cosas de un golpe: su rumbo, su cadena y sus diamantes.
¡Hola!dijo don Simón abriendo mucho los ojos.
¡Cómo!exclamó Peñascales abriendo mucho ojo.
Un ángel y un demonio me están abriendo la sepultura, a la luz de un cirio.
Y abriendo la verja del coro, entró en él con una decisión que paralizó al campanero.
Y como hombre habituado al aspecto imponente de la catedral abandonada, metíase en la sacristía como si fuese su casa, abriendo la cesta de la cena sobre los cajones y alineando los comestibles entre candelabros y crucifijos.
La gente se arrodillaba, y abriendo paso en ella don Antolín y sus , avanzaban los canónigos con sus largas vestiduras rojas, el obispo auxiliar con mitra dorada, y las dignidades con mitras blancas de lino sin adorno alguno.
En la obscuridad deslizábanse las manchas negras de algunos manteos camino de la sacristía, deteniéndose con grandes genuflexiones ante cada imagen, y a lo lejos, invisible en la obscuridad, adivinábase al campanero, como un duende incansable, por el ruido de sus llaves y el chirriar de las puertas que iba abriendo.
Era el campanero, que acababa de dar la vuelta al templo, abriendo todas sus puertas.
Su novio no sabía presentarse con las manos vacías, y exploraba todos los cañares y árboles de la huerta para regalar a la hilandera ruedas de pajas y ramitas, en cuyo fondo unos cuantos pilluelos, con la rosada piel cubierta de finísimo pelo y el trasero desnudo, piaban desesperadamente, abriendo un pico descomunal jamás ahito de migas.
Todo esto sin contar que Teresa, más de una vez, se encerraba en su , y abriendo un cajón de la cómoda, desliaba pañuelos sobre pañuelos para extasiarse ante un montoncillo de monedas de plata, el primer dinero que su marido había hecho sudar a las tierras.
Batiste se metió en la acequia hasta las rodillas, colocando la barrera que había de detener las aguas, mientras su hijo, su mujer y hasta su hija atacaban con los azadones el ribazo, abriendo boquetes por donde entraba el riego a borbotones.
Abriendo una mampara negra, entraron en el despacho, pieza empapelada de obscuro, con estantes de carpetas verdes y grandes cromos franceses de santos y santas, que parecían acicalados y perfumados para asistir a un baile.
El gran tenor y sus triunfos figuraban en todas las conversaciones, y al fin, el pobre muchacho cayó en la tentación, no de oír el de Verdi, sino de ver el bicho raro que abriendo la boca se tragaba cinco mil francos de una sentada.
La gente parábase entre asombrada y curiosa, el cochero reía abriendo sus quijadas de a palmo, y el vejete, cabizbajo, como si todo aquello no rezase con él, escurríase discretamente entre el gentío.
Aquel rebaño sucio, miserable y asustado, con la palidez del hambre en las carnes y la locura del terror en los ojos, era la piratería del Mercado, los parias que estaban fuera de la ley, los que no podían pagar al Municipio la licencia para la venta, y al distinguir a lo lejos la levita azul y la gorra dorada del alguacil, avisábanse con gritos instintivos, como los rebaños al presentir el peligro, y emprendían furiosa carrera, empujando a los transeúntes, deslizándose entre sus piernas, cayendo para levantarse inmediatamente, abriendo agujeros en la masa humana que obstruía la plaza.
Algunos carros cargados de hortalizas avanzaban lentamente rompiendo la corriente humana, y al sonar el pito del tranvía que pasaba por el centro de la plaza, la gente apartábase lentamente, abriendo paso al jamelgo que tiraba del charolado coche, atestado de pasajeros hasta las plataformas.
El pobre viejo se olvidó de sus marchantes, saltó por encima del mostrador, y corrió hacia mi, abriendo los brazos.
Y esto me lo decía impulsándome a salir, y abriendo la puerta.
No tardó en reconocerme, y abriendo los brazos exclamó:.
Jacinta fue allí, y antes de llegar ya estaba abriendo su portamonedas.
Adoración iba detrás, cogida a la falda de Jacinta, como los pajes que llevan la cola de los reyes, y delante abriendo calle, como un batidor, la zancuda, que aquel día parecía tener las canillas más desarrolladas y las greñas más sueltas.
Jacinta les hubiera echado, abriendo todas las ventanas y sacudiéndoles con una servilleta, como se hace con las moscas.
Abriendo después la puerta, mas sin salir de la alcoba, la señora siguió hablando con su sobrino:.
Echa, echa más venenomurmuraba Sor Marcela con tranquilidad, abriendo la puerta de la prisión.
Al anochecer, bajó con la cena para la presa, y abriendo la puerta penetró en el lóbrego aposento.
Ni abriendo con martillo un boquete en aquellas cabezas de piedra, lograría meter la luz de la verdad.
De modoexclamó Feijoo en voz alta, abriendo los brazos y tomando un tono que no se podría decir si era de indignación o de burla, de modo que ya no hay patriotismo.

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