Definición de avisáis

Acepciones de Avisáis como conjugación de avisar

Categoría gramatical: verbo transitivo, verbo pronominal, 2ª persona plural del presente de indicativo de avisar
Categorías gramaticales y tiempos verbales de avisáis explicados

  1. Advertir, informar, hacer público.
  2. Hacer que alguien se entere de un peligro inminente, etc.
  3. Hacer saber una cosa con anticipación. llamar [a alguien] para que preste un servicio. informar algo con anticipación
  4. Llamar a un profesional para que preste su servicio.

Ejemplos con la palabra Avisáis

De este modo se le desvanecieron a Pirro las esperanzas que acerca de la Italia y la Sicilia había concebido, perdiendo seis años en estas expediciones, en las que, si en los intereses salió menoscabado, el valor lo conservó invencible en medio de las derrotas. Así tuvo la reputación de ser el primero entre los reyes de su tiempo, en la pericia militar, en la pujanza de brazo, en la osadía, sino que lo que adquiría con sus hazañas lo perdía por nuevas esperanzas, y no sabía salvar lo presente, según convenía, por la codicia de lo ausente y lo venidero. Por tanto, Antígono solía compararle aun jugador que juega y gana mucho, pero que no sabe sacar partido de sus ganancias. Volviendo, pues, al Epiro con ocho mil infantes y quinientos caballos, y hallándose falto de medios, solicitaba una guerra en que ocupase su ejército, y como se le uniesen algunos Galos, hizo incursión en la Macedonia, en donde reinaba Antígono, hijo de Demetrio, precisamente con el objeto de saquear y hacer botín. Avínole el tomar varias ciudades y que se le pasasen dos mil soldados, con lo que ya extendió sus esperanzas y se encaminó contra Antígono. Sobrecogióle en unos desfiladeros, y puso en desorden todo su ejército. Los Galos, que se hallaban a la retaguardia de Antígono, muchos en número, se sostuvieron vigorosamente, trabada con este motivo una reñida batalla, perecieron en ella la mayor parte de éstos, y cogidos los que conducían los elefantes, se rindieron y entregaron todas aquellas bestias. Fortalecido Pirro con estos sucesos, contando más con su fortuna que con lo que le podía dictar la razón, acometió a la falange de los Macedonios, turbada y acobardada con el vencimiento: así es que no pelearon contra él ni le hicieron resistencia: extendió, pues, su derecha, y llamando por sus nombres a todos los generales y jefes, logró que la infantería abandonase a Antígono. Retiróse éste por la parte del mar, y al paso recobró algunas de las ciudades litorales: y Pirro, teniendo por el mayor para su gloria entre estos prósperos acontecimientos el de haber vencido a los Galos, consagró lo más brillante y precioso de los despojos en el templo de Atena Itónide con la siguiente inscripción en versos elegíacos: A Itónide Atenea en don consagra estos escudos el Moloso Pirro, a los feroces Galos arrancados cuando triunfó de Antígono y su hueste, ¿Qué hay que maravillar, si ahora y antes los Eácidas fueron invencibles? Después de la batalla, inmediatamente recobró las ciudades, y habiendo vencido a los Egeos, los trató mal en diferentes maneras, y además les dejó guarnición de los Galos que militaban en su ejército. Son estos Galos gente de insaciable codicia, y se dieron a abrir los sepulcros de los reyes que allí estaban enterrados, robaron la riqueza en ellos depositada y los huesos los tiraron con insulto. Pareció que Pirro había tomado este mal hecho con tibieza y desprecio, bien fuese que no atendió a él por sus ocupaciones, o bien que hubo de disimular por no atreverse a castigar a los bárbaros, cosa que reprendieron mucho en él los Macedonios. Cuando todavía su imperio no estaba seguro ni había tomado firme consistencia, ya su ánimo se había inflamado con otras esperanzas. A Antígono le llamaban hombre sin vergüenza, porque, debiendo ya tomar la capa, aún usaba la púrpura. Vino a él en este tiempo Cleónimo de Esparta, y, llamándole contra la Lacedemonia, se presentó muy contento. Era Cleónimo de linaje real, pero, mostrándose hombre violento y despótico, no inspiró amor ni confianza, y así fue Areo el que reinó, siendo aquella nota en él muy antigua y pública entre sus ciudadanos. Estando en edad se casó con Quilónide, hija de Leotíquidas, mujer hermosa, y también de regio origen, pero ésta andaba perdida por Acrótato, hijo de Areo, mozo de brillante figura, lo que para Cleónimo, que la amaba, hizo aquel matrimonio desabrido a un tiempo y afrentoso, por cuanto no había esparciata alguno a quien se ocultase que era despreciado de su mujer. Reuniéronse de este modo los disgustos de casa con los de la república, por ira y por despique atrajo contra Esparta a Pirro, que tenía a sus órdenes veinticinco mil infantes, dos mil caballos y veintitrés elefantes, de manera que al punto se echó de ver en la superioridad de sus fuerzas que no iba a ganar a Esparta para Cleónimo, sino a adquirir para sí el Peloponeso, a pesar de que en las palabras aparentó otra cosa, aun con los mismos Lacedemonios que fueron a él de embajadores a Megalópolis. Porque les dijo ser su venida a libertar las ciudades sujetas a Antígono y también a enviar a Esparta sus hijos de corta edad, si no había inconveniente, a fin de que, educados en las costumbres lacónicas, tuvieran aquello de ventaja sobre los demás reyes. Engañándolos de este modo, y usando también de simulación con cuantos trató en el camino, apenas puso el pie en la Laconia empezó a saquearlos y despojarlos. Reconviniéndole los embajadores con que para entrar así en su país no les había declarado la guerra, “Bien sabemos- les respondió- que tampoco vosotros los Lacedemonios avisáis a los otros de lo que intentáis hacer”, y uno de los que allí se hallaban, llamado Mandroclidas, usando del dialecto lacónico, le repuso: “Si eres un dios, no nos liarás mal, porque no te hemos ofendido, si hombre, no faltará otro que valga más que tú”.
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Errores ortográficos comunes para avisáis


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