¿Cómo se escribe síse?

En español diversas letras comparten el mismo sonido, esto da lugar a infinidad de dudas ortográficas, en muchos casos estas dudas se pueden resolver aplicando las reglas generales de ortografía. Por esa razón, si dudas de cómo se escribe una palabra, introdúcela en nuestro corrector y te la corregimos mostrándote la regla que deberás aplicar para poderla escribir correctamente.

    Los errores ortográficos más comunes son:

  • Errores de acentuación de las palabras, sobre todo en caso de que la sílaba tónica forme parte de un hiato o un diptongo.
  • Empleo de las letras j y g porque dependiendo de la palabra la letra g ha de pronunciarse con el fonema /j/.
  • Empleo de las letras c,z y el dígrafo "qu" para los fonemas /z/ /k/ y /s/, el fenómeno del seseo y del ceceo.
  • Empleo de la letra h que al ser muda, es decir, no tiene un sonido asociado, da lugar a errores.
  • Empleo de r o rr. Ya que en ocasiones la letra r se corresponde al fonema que el dígrafo rr.
  • Empleo de las letras y, ll para los fonemas /y/ y /ll/ y el fenómeno del yeísmo.
  • Empleo de las letras b,v dos letras distintas que comparten el mismo fonema /b/.
  • Empleo de la letra x para representar el fonema /s/ o /k+s/.

Hay varias causas por las que puede estar mal escrita síse, a continuación se muestran las distintas posibilidades:

La palabra síse no debe llevar tilde

Se acentúan todas las palabras llanas que no terminan en vocal, "n" o "s".

Las palabras llanas son aquellas en las que la sílaba tónica es la penúltima sílaba.

La palabra SISE se separa en sílabas: si-se, es llana y termina en "e" por lo tanto no debe llevar tilde.

Puedes ver la definición de sise aquí

Las reglas generales de acentuación son:

  • Se acentúan las palabras agudas que terminan en vocal "n" o "s"
  • Se acentúan las palabras llanas que no terminan en vocal "n" o "s"
  • Se acentúan todas las palabras esdrújulas
  • Los monosílabos no se acentúan excepto aquellos que llevan tilde diacrítica

Ejemplos con la palabra Sise

-Nada más fácil -contestó D. Juan-. Hay una señorita en Madrid, elegante, algo coqueta, no muy rica, y que ha llegado a cumplir veinticinco años, sin casarse. Las ilusiones de esta señorita consistían en coger un marido rico, titulado si fuese posible, sufrido de condición, poco gastador, a fin de que ella lo pudiese gastar todo o casi todo, etc., etc. Como estas ilusiones no se han realizado, la señorita exclama a cada momento que ya no hay amor en el mundo, que pasaron los tiempos de Isabel y Marcilla y de Julieta y Romeo, que vivimos en un siglo de prosa y que ha perdido las ilusiones. Hay una dama casada con un funcionario público, cariñoso, afable, buen papá, marido tierno y enamorado, pero da la maldita casualidad de que uno de sus compañeros, quizás con menos sueldo y quizás con más intermedios de cesantía, se arregla de suerte que tiene para butacas en los teatros y para más moños y trajes, y tal vez hasta para palco en la Ópera o para ir a Biarritz a veranear, mientras que él, trabaja que trabaja siempre, y sin salir de apuros y ahogos. La dama que, en vista del ejemplo, se había forjado sus ilusiones, conoce al cabo que es imposible hacer carrera con su marido, y las pierde. Desde entonces se lamenta a cada instante de que no ha realizado su ideal, de que los maridos son monstruos o zotes, de que la poesía del hogar doméstico no es dable en esta edad infecta en que vivimos, y de que ya no volverán a la vida Baucis y Filemón. Entra a servir en cualquiera casa una cocinera. El ama toma la cuenta todos los días, y procura, informándose de los precios, que la cocinera sise lo menos posible. La cocinera pierde entonces sus ilusiones, dice que la hidalguía, el desprendimiento, la magnanimidad de los señores bien nacidos pasaron para siempre, y que ahora vivimos en un siglo metalizado, ruin, plebeyo y cicatero. Va a Madrid un joven bien plantado, chistoso, ameno, que se viste con el mejor sastre y se pasea en la Castellana. No se enamoran de él las duquesas ni las marquesas, las ricas herederas le dan calabazas, y sólo se le muestra propicia, si acaso, la hija del ama de la casa de huéspedes donde vive. Este joven pierde también sus ilusiones, y decide que las mujeres del día no tienen más que vanidad y soberbia y carecen de corazón. Pierden, por último, las ilusiones, el coplero insufrible que presume de poeta y no halla quien lea sus versos, el periodista ambicioso que no llega a ministro, el autor dramático que es silbado, el médico que no tiene enfermos, el abogado que no tiene pleitos, el hipócrita a quien no creen sus embustes, y hasta el que juega a la lotería y no saca el premio gordo. Para todos éstos la corrupción de nuestro siglo es espantosa, la falta de ideal evidentísima, la carencia de religión horrible, y un destino ciego y perseguidor de la virtud gobierna y dispone los acontecimientos humanos.
Ver ejemplos de oraciones con la palabra sise Síse o Sise

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