¿Cómo se escribe coquetonaz?

En español diversas letras comparten el mismo sonido, esto da lugar a infinidad de dudas ortográficas, en muchos casos estas dudas se pueden resolver aplicando las reglas generales de ortografía. Por esa razón, si dudas de cómo se escribe una palabra, introdúcela en nuestro corrector y te la corregimos mostrándote la regla que deberás aplicar para poderla escribir correctamente.

    Los errores ortográficos más comunes son:

  • Errores de acentuación de las palabras, sobre todo en caso de que la sílaba tónica forme parte de un hiato o un diptongo.
  • Empleo de las letras j y g porque dependiendo de la palabra la letra g ha de pronunciarse con el fonema /j/.
  • Empleo de las letras c,z y el dígrafo "qu" para los fonemas /z/ /k/ y /s/, el fenómeno del seseo y del ceceo.
  • Empleo de la letra h que al ser muda, es decir, no tiene un sonido asociado, da lugar a errores.
  • Empleo de r o rr. Ya que en ocasiones la letra r se corresponde al fonema que el dígrafo rr.
  • Empleo de las letras y, ll para los fonemas /y/ y /ll/ y el fenómeno del yeísmo.
  • Empleo de las letras b,v dos letras distintas que comparten el mismo fonema /b/.
  • Empleo de la letra x para representar el fonema /s/ o /k+s/.

La palabra coquetonaz se escribe con S

La manera correcta de escribirla es COQUETONAS. Puedes ver la definición de coquetonas aquí

En algunas partes de España y de América se produce el fenómeno del seseo que consiste en pronunciar con el mismo fonema /s/ la letra z y la letra c delante de las vocales "e,i". En estos lugares es fácil que se produzcan equivocaciones y es necesario recurrir al diccionario para solucionarlas.

Hay palabras que pueden escribirse tanto con "s" como con "c o z" sin cambio de significado, las más representativas son: bisnieto/biznieto, bizcocho/biscocho, mezcolanza/mescolanza, pretencioso/pretencioso, verduzco/verdusco

Ejemplos con la palabra Coquetonas

Ni una sola de las personas reunidas en el amplio salón de la Sociedad Recreativa de Baile dejó de reconocer, bajo los disfraces vulgares, a la aristócrata y a la artista. Verdad que Elvira, enamorada de las cosas sensacionales, soñando con vivir las novelas de Jean Luis Talón, de Dumas, de Gautier, todas aquellas espagnolades de marquesas y toreros, de bandidos y de damas del gran mundo, no había puesto tampoco gran empeño en pasar desapercibida. En vez de modestas interioridades que, bajo el plebeyo capuchón de percal rosa, diesen la sensación de una criadita u obrerilla lanzada a una noche de juerga, había conservado el mismo traje con que comiera en casa de la vizcondesa de Pancorbo, una toilette firmada Paquín, una creación exquisita de gasa rosa, muy pálida, sostenida por grandes bandas de moaré negro, prisioneras en hebillas Luis XV de brillantes. Los zapatos de antílope negro cerrados con strass, y las medias de encaje, completaban la indumentaria que, semioculta por el hórrido disfraz, denunciaba a la mujer chic. Pero aunque nada de ello hubiese existido, y en vez de muselinas, sedas y blondas, cubrieran su cuerpo menudo, de firmes y armoniosas curvas, el merino, el percal y la batista de las coquetonas servidoras de casa grande, hubiese bastado el oro desvaído de su ondulada cabellera, tan pálida que parecía empolvada, las pupilas de turquesa, ingenuas y soñadoras en que había un breve dejo de ironía, ese matiz de leve burla sentimental de los epigramas de Beaumarchais, la boca de corazón, golosa y sensual, bajo cuyos labios se cobijaba un lunar de terciopelo negro, y, sobre todo, aquella gracia maciza y alada a un tiempo mismo, en una liviana y señoril, gracia frívola, despreocupada y juguetona de ninfa de Versalles, prisionera de largo corsé, que corriera entre corderos lazados de rosa por praderas de esmeraldas sobre los altos tacones de sus chapines de plata, muy siglo XVIII, que le hacía evocar, aun bajo los ceñidos trajes actuales, las pomposas sayas florecidas de rosas y los cuadrados escotes que mostraban apetitosas las duras pomas de los senos. Porque Elvira Moncada era una de esas mujeres, cuyo tipo evoca una época. Hay siluetas que forzosamente hacen vivir ante nosotros el viejo Bizancio fastuoso, y magnífico, y aun entre harapos o con indumentaria chulesca, son viejos iconos nimbados de oro, otras conjuran Grecia, o las misteriosas historias medievales. La marquesa Elvira recordaba el siglo galante, y lo mismo en el suntuoso esplendor de los vestidos de baile que en los trajes de sport o los severos atavíos sastre, era siempre la pastora Watteau, cándida y libertina, que jugaba con sus amantes a Filis y Amarilis en una Arcadia de guardarropía.
Ver ejemplos de oraciones con la palabra coquetonas

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