Categoría gramatical / tiempo verbal de rutinero

Como adjetivo

Adjetivo Masculino

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Ejemplos con la palabra Rutinero

A la edad de trece años, Pantaleón, que tal era su nombre, fue traído a Lima por el padrino, quien lo dedicó a aprender el empirismo rutinero que en esos tiempos se llamaba ciencia médica, y de que tan cabal idea nos ha legado el Quevedo limeño Juan de Caviedes en su graciosísimo Diente del Parnaso.
Luego la idea de su pequeñez lo asaltaba: ¿qué sabía? nada simplemente, pero el orgullo no tardaba de nuevo en apoderarse de su cabeza de chorlito y resurgía en él la audacia y la altanería: ¿por qué no podía él llegar a Ministro alguna vez? Se comparaba con Ferreol y le tenía lástima: ¿qué sabía el doctor? Y ¿qué había hecho? ¡Bah! un rutinero a quien sólo valía el título.
Este, a veces, tenía sus resabios de rutinero viejo y medio agachaba las orejas como para cocear, pero no le duraba y acababa por ceder, así permitió que Sapito estacionara las majadas de la estancia para la parición, y cuidara aparte las madres con los corderos, e hiciera varias otras cosas que, si bien le dieron a Sapito y también a los tres muchachos, hijos de don Benito, bastante trabajo, fueron para éste de gran provecho.
Y en segundo lugar, concluyo: que no existe un público único, invariable, juez imparcial, como se pretende, que cada clase de la sociedad tiene su público particular, de cuyos rasgos y caracteres diversos y aun heterogéneos se compone la fisonomía monstruosa del que llamamos público, que éste es caprichoso, y casi siempre tan injusto y parcial como la mayor parte de los hombres que le componen, que es intolerante al mismo tiempo que sufrido, y rutinero al mismo tiempo que novelero, aunque parezcan dos paradojas, que prefiere sin razón, y se decide sin motivo fundado, que se deja llevar de impresiones pasajeras, que ama con idolatría sin porqué, y aborrece de muerte sin causa, que es maligno y mal pensado, y se recrea con la mordacidad, que por lo regular siente en masa y reunido de una manera muy distinta que cada uno de sus individuos en particular, que suele ser su favorita la medianía intrigante y charlatana, y objeto de su olvido o de su desprecio el mérito modesto, que olvida con facilidad e ingratitud los servicios más importantes, y premia con usura a quien le lisonjea y le engaña, y, por último, que con gran sinrazón queremos confundirle con la posteridad, que casi siempre revoca sus fallos interesados.
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