Categoría gramatical / tiempo verbal de matadura

Como sustantivo

Sustantivo Femenino

El sustantivo es la palabra que utilizamos para designar entidades, tienen género: masculino o femenino y número: singular o plural.

Ejemplos con la palabra Matadura

No importaba que el pensamiento lo tuviera medio dolorido, empapado de pesimismo, como queda empapada de sangre la matra que ha chupado el dolor de una matadura.
Las muchachas le saludaron con alegre algazara, y él, tan vivo y diligente en la acción médica como lo era en la revolucionaria, levantó a Manrique los vendajes de la pierna, le puso emplasto nuevo, y después de examinar la matadura de la cabeza le dijo, dándole palmaditas en un hombro: Lo que tú tienes es holgazanitis, fomentada por el extracto de la uva.
Las muchachas le saludaron con alegre algazara, y él, tan vivo y diligente en la acción médica como lo era en la revolucionaria, levantó a Manrique los vendajes de la pierna, le puso emplasto nuevo, y después de examinar la matadura de la cabeza le dijo, dándole palmaditas en un hombro: «Lo que tú tienes es holgazanitis, fomentada por el extracto de la uva.
-Mi primer viaje fue largo -dijo el pastorcillo-, porque estando sembrando una palma, creció tan de pronto y tan alta, que me levantó consigo hasta el cielo. Llegué allí en tan buena ocasión, que me hallé en la boda de las once mil vírgenes, y porque a una de ellas eché un requiebro, me alargó San Pedro un puntapié, que me botó fuera. Atravesé en mi caída el mar, y me encontré con la luna, en la que me entré por un ojo, y me hallé que tenía los sesos de plata y los cabellos de oro, me descolgué por uno de ellos, la luna volvió la cara, y al verme se cortó el cabello de un bocado, este se desprendió, y caí en una calabaza, donde lo pasé muy bien, hasta que llevaron mi casa a la plaza, donde la compraron para un convento de monjas. Las monjas creyeron que era yo un gusano y me tiraron con la basura a la huerta del convento, habiendo caído un aguacero, me nací allí. Corteme las raíces con mi navaja y eché a andar por esos mundos. Llegué a un río, eché las redes, y pesqué un borrico, me monté en él y seguí caminando. A los dos días vi que tenía el animal una matadura, se le enseñé a un albéitar, que me mandó que le pusiera habas, se las puse y nació un habar que parecía un bosque, cogí una escopeta y me puse a cazar en él y maté a un jabalí, era hembra, y después de muerta parió una vieja, que bauticé, y le puse «Nací-tarde». La tía «Nací-tarde» se enamoró de mí, y por verme libre de ella me subí en una tortuga que corría más que el viento, y en un santiamén me llevó a los profundos centros de los mares. Allí me encontré un convento de sardinas, de que era priora una ballena, que al verme abrió su bocaza y me tragó, pero con un chorro de agua, que echó por las narices me lanzó a la orilla. Allí me encontraron tendido unos marineros, y como la sal del mar se había cuajado, y estaba yo todo blanco y agarrotado, me vendieron a unos «santi-barati», que a su vez me vendieron a un sevillano, que me puso en el patio de su casa, rodeado de tiestos con matas. La primera noche llovió, y con eso se me derritió la sal y pude echar a correr. Supe que Su Alteza Real buscaba para premiarlo a uno que fuese más embustero que ella, y dije: Allá voy a probarle que yo lo soy.
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