Categoría gramatical / tiempo verbal de achacar

Como verbo, sustantivo

Verbo Transitivo

Los Verbos Transitivos son aquellos que necesitan de complemento para tener sentido pleno.

Infinitivo

El infinitivo es una forma no personal del verbo, es decir carece de variación de persona, sirve para hacer una abstracción de la acción. En español terminan en "-ar" "-er" e -"ir". Dentro de la frase pueden actuar de forma nominal -es decir, como sustantivos- o de forma verbal -es decir, como verbos-. Veamos algunos ejemplo:

  • El amanecer es la hora más bella del día. Aquí amanecer actúa como sustantivo singular
  • Los atardeceres largos del verano. Aquí atardeceres actúa como sustantivo plural
  • Sin querer acabé antes de lo previsto. Aquí querer actúa como verbo
  • Te doy las gracias por venir a verme. Aquí venir actúa como verbo

Ejemplos con la palabra Achacar

¿Quién había de achacar a Sol tanta mudanza, a Sol cuya pacífica belleza en el campo se completaba y esparcía, pues era como si la vertiese en torno suyo, y por donde ella anduviese fueran, como sus sombras, la fuerza y la energía? ¿A Sol, que sobre todos levantaba sus ojos limpios, grandes y sencillos, sin que en alguno se detuviesen más que en otro, con Lucía, siempre tierna, para Ana, una hermanita, con Pedro, jovial y buena, con Juan, como agradecida y respetuosa? Pero ese era su pecado: sus ojos grandes, limpios y sencillos, que cada vez que se levantaban, ya sobre Juan, ya sobre otros donde Juan pudiese verlos, se entraban como garfios envenenados por el corazón celoso de Lucía, y aquella hermosura suya, serena y decorosa, que sin encanto no se podía ver, como la de una noche clara.
¿Quién había de achacar a Sol tanta mudanza, a Sol cuya pacífica belleza en el campo se completaba y esparcía, pues era como si la vertiese en torno suyo, y por donde ella anduviese fueran, como sus sombras, la fuerza y la energía? ¿A Sol, que sobre todos levantaba sus ojos limpios, grandes y sencillos, sin que en alguno se detuviesen más que en otro, con Lucía, siempre tierna, para Ana, una hermanita, con Pedro, jovial y buena, con Juan, como agradecida y respetuosa? Pero ese era su pecado: sus ojos grandes, limpios y sencillos, que cada vez que se levantaban, ya sobre Juan, ya sobre otros donde Juan pudiese verlos, se entraban como garfios envenenados por el corazón celoso de Lucía, y aquella hermosura suya, serena y decorosa, que sin encanto no se podía ver, como la de una noche clara.
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